Una amiga me regaló el martes un DVD con la película Mi vida sin mí que como muchas otras me perdí en su día cuando se proyectó en los cines de mi ciudad.
Me pareció una película tan triste como bella. Me gustó esa actitud de fuerza –aunque a la vez de tristeza- con la que la protagonista enfrenta su enfermedad y su final. Una historia bien contada sin ñoñerías añadidas, sin despedidas ante la cama de un hospital para hacer llorar a la audiencia.
La historia de esta joven a la que se le diagnostica un cáncer fulminante me recordó en cierto modo a la de mi amiga Esther.
Esther era una mujer insultantemente sana; muy delgada; fibrosa; nunca bebía alcohol ni fumaba. Casi no tenía gastos pues todo el dinero lo ahorraba para viajar. En uno de aquellos viajes y mientras esquiaba en Argentina, sufrió un atropello por parte de un esquiador que no pudo evitar arrollarla. Se le puso la mitad de la cara morada hasta que aparentemente se recuperó. Esther se tiró tres años con unos intensos dolores de cabeza que nunca se quiso tratar y que más o menos ocultó tanto a su familia como a sus amigos.
Quedábamos los domingos a las 10 de la mañana: ella, su hermana, mi hermano y yo en Cuatro Caminos para jugar al badminton en el Parque de la Dehesa de la Villa aquí en Madrid y alguna vez recuerdo que en pleno partido (si se le puede llamar partido a aquel intercambio de volantes) se le cambiaba la cara y decía: Vamos a casa que me duele la cabeza un poco…
Todavía recuerdo la última conversación coherente que tuvimos por teléfono. Mientras hablábamos de '¿qué tal la semana'?, de las generalidades que se hablan cuando en sí no hay nada que decir, pero si te apetece seguir conversando, me dijo de repente: “Víctor, tengo que colgar, veo como cosas azules y rojas ante mí y me duele mucho la cabeza. Te llamo. Hasta luego”.
Tenía un tumor del tamaño de un huevo. Tras la primera operación olvidó hablar, olvidó como comer, lo olvidó todo. Sin embargo se fue recuperando, perdió el pelo por la quimioterapia pero engordó y se puso hasta más guapa y cariñosa, pero ya nunca fue Esther. Ya nunca fue la Esther que todos conocimos.
Ayer me acordé de ti; Esther; y hoy te pongo en mi blog. Esta versión de Roxanne de tu amado George Michael es para tí. Un beso estés donde estés.
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7 comentarios:
Hola, vengo a cubrirte de tiritas para curarte las heridas y los dolores...
Besos mil.
Y ya de paso te digo que no funciona la canción.
Esta Esther es que siempre fue un poco gamba, seguro que está jorobando aposta el MP3, jajaja.
A ver si ahora si va.
¡Gracias Nu!
Buena peli, muy buena. Y triste historia la que cuentas...
Así es la vida, nuestra vida,...
una pompa de jabón.
Hola chato:
Es muy triste perder a una persona especial, muy especial...
Es muy triste perder a una persona especial por un cáncer...
Es muy triste...
Un beso
Preciosa dedicatoria, vik!
precioso
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