martes, junio 02, 2009

Bodamistad

Cómo explicar esto sin caer en el tópico de enamoramientos románticos (perfectamente respetables) o en otro tópico, tan tópico como éste, que habla de la imposibilidad de la amistad entre un hombre y una mujer.

Yo tengo y he tenido alguna que otra amiga y ellas y yo sabemos de lo que hablamos, pues si bien por un par de ellas sí que llegué a sentir cierto latido de corazón “parecido” al amor sentimental, por el resto, lo único que siento y he sentido y sentiré es cariño, amistad y amor, sí: amor, no hay que tenerle miedo a la palabra. Véase por ejemplo una de las acepciones que la Real Academia de la Lengua propone para esta palabra:

2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

Puede que en esta definición subyazca ese epíteto tan encorsetado del amor, aunque como decía antes, me parezca respetable y hasta comprensible.

Pero cuando inexplicablemente, sorprendentemente y casi de golpe, te ves envuelto en una ola sublime de cariño y amor por la cara, dado y recibido a toneladas de y hacia una persona a la que hace un par de meses, apenas conocías porque era miembro del mismo Foro de Estudiantes de Psicología de la UNED, te das cuenta de que eso que llaman amor, existe y además es tan bonito que no nos hace falta, que no queremos que sea romántico porque es tan especial y raro y único (o eso nos parece a los dos) que nos sorprendemos diciéndonos te quiero a cada rato, pero sin necesitar poseernos.

Es tan bonito, tan tierno, tan puro, tan fraternal, que más parece el amor de dos ángeles del cielo que de dos humanos que atónitos, disfrutamos y nos extrañamos riendo cada día por la singularidad y la eternidad de este amor que sabemos que aunque cada uno de nosotros acabe teniendo una pareja, hijos, nietos, etc., no va a desaparecer. Así es de potente y de rico y de tremebundo este amor nuestro.

Pero eso, cómo contarle a la gente, que en mi caso, soy el hombre al que más quiere mi amiga, y que no solo no me importa, sino que me encantaría que la niña Ester encontrase el hombre; llamémosle convencional; que sea su pareja y le haga feliz y tengan muchos niños a los que yo regalaré chuches a espaldas de sus padres.

Y cómo contar que quiero a esta mujer como probablemente no he querido a nadie y cómo decir con palabras que es que no necesito su sexo para mimarla y para pasarlo bien con nuestras charlas nocturnas.

Si se lo cuento a un hombre, me dirá que soy tonto. Si se lo cuento a una mujer, y si esa mujer es mi amiga, quizás me comprenda, y quizás entienda que el otro día hiciésemos encantados una ceremonia a la que bautizamos como Bodamistad en la que nos juramos entre otras cosas: fidelidades eternas, amores sin posesión, libertad sin condiciones, amistad con mayúsculas y risas sin fin hasta que la muerte nos separe.