lunes, abril 13, 2009

Ambrosio invisible

Ambrosio es otro de esos abuelos invisibles que pueblan las calles de las grandes ciudades. Como todos los días, se acerca a la plazuela de su barrio donde otras decenas de abuelos juegan a la brisca o al tute.

Es curioso ver como ocupan unas minúsculas mesas, no se sabe si diseñadas por el Ayuntamiento para tal fin lúdico, pues son cuadradas, con cuatro banquetas adosadas a ella y que forman un todo homogéneo. En ellas se sientan cuatro ancianos que circunspectos observan sus cartas, mientras quince o dieciséis “mirones” asisten a la apasionante partida. Ante la escena, uno piensa que llegados a esta edad, podrían disfrutar del juego más que sufrirlo, pero ya se sabe que los hombres siempre queremos ganar, aunque tengamos 87 años.

Cuando termina una mano, tanto los jugadores como los espectadores comentan el acierto de un jugador al haberse guardado el tres de copas, casi hasta el último momento o el despiste de haberse quedado con el cinco de bastos al que los jugadores llaman “bocarrana”. Que bien lo dice el dicho: el que lleva el “bocarrana” nunca gana; así es.

Lo que más le gustaría a Ambrosio es que un día uno de los grupos le invitase a sentarse a la mesa a jugar, pero es que Ambrosio es invisible y aunque todos saben que está ahí, casi nadie se da cuenta de que está ahí.

Cuando era pequeño le pasaba un poco lo mismo. Nació más bien enclenque y cuando con su pelota de goma roja iba a jugar al parque con los niños de su edad, éstos le ignoraban como se ignora; aunque se goce; una brisa primaveral tan invisible como el niño Ambrosio tan canijo y tímido como el abuelo que es ahora. Ya no lleva una pelota roja, sino una baraja en el bolsillo a la que acaricia con cariño.

Piensa: Si un día jugase a la brisca, nunca perdería con ninguno de estos compañeros y a la vez los ganaría a todos porque sé sus aciertos y sus fallos, sus manías y sus cabezonerías. A lo mejor mañana falta alguno y dejan que juegue con ellos. Les diré que si no quieren perder todas las partidas, que me puedo bajar la pelota roja con la que no quisieron jugar y entonces iremos al parque y echaremos el partido que nunca llegamos a echar y seguro que por fin, ganaremos todos.