Hoy, por una de esas asociaciones de ideas más bien incomprensibles y ni siquiera metido en un atasco, sino simplemente conduciendo normalmente (o todo lo normalmente que se puede conducir en Madrid), he recordado algo relacionado con las ovejas y mi calle.
Acabábamos de mudarnos a Pueblo Nuevo. Habíamos vivido hasta ese momento en pleno barrio de Salamanca (barrio pijo de Madrid por excelencia) aunque en una casa cuyos orígenes nadie conocía, pues su antigüedad hacía que no se supiese bien si aquel mastodonte había sido un cuartel o un convento (algún día hablaré de mi nacimiento allí) pues de ambas instituciones tenía trazas.
Corría el año 1970 y por mi calle, que estaba y está muy cerca de Arturo Soria pasaban rebaños de ovejas a pastar a esa calle, que era en aquellos años una calle minúscula, con tranvías que iban y venían desde la Ciudad Lineal hasta la Plaza de Castilla. El centro de la calle estaba ocupado por merenderos y por el césped o los hierbajos que degustaban las ovejas.
A estas terracitas podías llevar tu propia tortilla de patatas y/o tus filetes empanados y ocupar sus mesas, siempre y cuando (esto era condición indispensable) consumieses la bebida al parroquiano de turno. A mi hermano y a mí nos daban un refresco y con las chapas que había en el suelo jugábamos a la Vuelta a España o al fútbol o a ponerlas en la vía del tranvía para que las dejase lisas como el papel.
10 comentarios:
Ahora pasan las ovejas una vez al año y es todo un espectáculo.
¡Es verdad!... Pero ya no pasan por mi calle. Era gracioso.
Qué bonita historia!
Dolly
Ovejas no pasarán pero borregos hay miles.
Pues por mi pueblo todavía siguen pasando, ya veis qué privilegio...
Muy bueno, chasky!
Y Laura, a mí me parece un privilegio lo de tu pueblo, aunque yo soy de ciudad, y, a su manera, también tiene encanto.
Desde luego está claro que tienen más encanto (en principio) las ovejas de laura que los borregos que dice chasky. ¿Por qué creen ustedes que me vino a la mente la cosa ovejil?. Porque parecíamos borreguitos todos en nuestros bonitos coches.
Bonitas imágenes vitore, de esas que regalan sonrisas plácidas.
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Me gusta mirar las ovejas y su mansedumbre.
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Ayer no era un posteo, era una prueba y no era yo quien te contestó.
perooooooooo me encantó ese comentario....lo has releído...?
Buenas noches señores.
La verdad es que no tiene tanto encanto el ver a las ovejas, ya veis, dejan ciertos desperdicios, están muy sucias, y sobre todo, son unos de los animales más tontos que yo he visto en mi vida: cuando atas a una, las demás no se separan de ella, es decir, que para que no se vayan, con que ates a una sola ya llega. Es que no entiendo el universo ovejil... ¿O será que solo son las de mi pueblo y esas que pasan por Madrid no tienen esa pequeña tara psíquica?...
Claro, Laura! Cómo vas a comparar unas ovejas de pueblo con las de la capital de la nación de naciones? ;)
Y lo de dejar desperdicios qué mal! Mis gatitas son la pera: van a su arenita tan contentas, y cuando ya no la ven a su gusto tocan la campanilla para que la cambie; bueno, no exactamente, en realidad echan una meada en el periódico de al lado y ya está. Jajaja!
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