domingo, noviembre 13, 2005

La panadería de "el Hombre"


A todo el mundo nos pasa; por lo menos a mí; que probando ciertos alimentos, escuchando cierta música u oliendo ciertos aromas, lo relacionamos de inmediato con algún familiar desaparecido, algún amor esfumado o algún lugar remoto.

Esta mañana he vuelto a recordar “La Panadería del Hombre” al desayunarme dos magdalenas La Bella Easo. Ahora iré contando el por qué de “el Hombre” y el por qué de las magdalenas de esa marca.

Esta panadería tiene una historia tan real como la vida; en este caso tan real como la muerte. El señor que la regentaba era alto, enjuto, serio pero cordial, tendría unos cincuenta y tantos años. Una noche, sin tener síntomas aparentes de padecer ninguna enfermedad relacionada con el corazón: murió de un infarto fulminante.

Su mujer y su hija sufrieron tal conmoción, que jamás volvieron a abrir la panadería, ni la alquilaron, ni la vendieron, ni la prendieron fuego. Hace más de veinte años que esto ocurrió y tal como la dejaron, tan empapelada, tan cerrada es como se ve en la foto hecha hace unos minutos.

El que a este buen hombre le llamasen mi abuela y mi madre: El Hombre, tiene sentido, ya que la otra panadería que había en esos tiempos (el de las ovejas pasando por mi calle) la regentaba una tal Berta. Si tenías que hacer un recado, te decían: “Vete a donde Berta a por una pistola que nos hemos quedado sin pan” o “Vete a donde el Hombre a por unas magdalenas para el desayuno de mañana, que se ha comido tu padre la última”.

Uno de aquellos días fui a donde el Hombre. Le pedí una bolsa de magdalenas La Bella Easo. El Hombre me dijo: “No te lleves esas; chaval; que están llenas de colorantes y aromatizantes y no se que mierda que le echan. Llévate éstas que las hago yo con mi mujer y mi hija, que son naturales y están divinas, ya verás”.

Me convenció al instante. El aspecto era inmejorable. Me las llevé. Eran en efecto deliciosas, con ese sabor a mantequilla, a harina, a huevo, a cariño…. divinas de verdad.

Poco después murió el Hombre.
Algunas noches cuando a las tantas de la madrugada vuelvo a casa, me parece oler ese aroma que sale de las tahonas y me paro a pensar que quizás en ese momento el Hombre está haciendo magdalenas; ya si; divinas.

12 comentarios:

scape95 dijo...

Fermosa historia...

Harry.c dijo...

Qué bonita historia, Vik! Gracias por compartirla con todos!

Chasky dijo...

Es que donde esté la repostería casera que se quiten todos esos bollos llenos de colesterol y conservantes.

DñaGraja dijo...

Toque especialmente tierno para narrar esas pequeñas cosas
que forman parte del día a día..

Me gusta Vitore.

Me ha transportado , a lugares, a gentes...
son aromas de todos los tiempos,
eternamente presos en nosotros

Wendyqueridaluzdemivida dijo...

Yo acabo de reparar en la foto de tu perfil...

Harry.c dijo...

Y has visto cómo se la agarra a dos manos? ;)

wiyxq wendy inhala ya xenón quemado

Vitore dijo...

¿a que pongo la foto de mi comunión?. ¡Esa si que es orgásmica!.

Anónimo dijo...

Muy buena historia... Tu guitarra es como la mía, la guitarra... no la foto, claro.

Wendyqueridaluzdemivida dijo...

No puedo dejar de mirarla...

lrtwpox: La Rubia Tirita Wendy Pide Oler Xenón (joe...)

Antonio Martínez Ron dijo...

Preciosa historia. Me ha encantado

Harry.c dijo...

Wendy, como sigas oliendo xenón vas a acabar tarada. ;)

mpzaztip mi perro zalamero anda zozobrando tan intensamente, paco.

Anónimo dijo...

Muchas gracias.
De chico iba a veranear a Miramar, a 50 km. al sur de Mar del Plata. Por más que estuviera de vacaciones era común despertarme a las 6 de la mañana e ir a la panadería a comprar unas facturas (no sé cómo las llaman en España, ¿confituras, quizá?) con cuyo aroma aún sueño cada tanto. Me hace bein. Me recuerda a desayunos en familia y de vacaciones, de prepararnos para ir a la playa, de mamá pasándonos bronceador en la espalda y papá enseñándole a mi hermana a andar en bicicleta sin rueditas auxiliares.