domingo, febrero 26, 2006

¿si no es concierto es sincierto?

Uno más o menos cree que es una persona “normal” cuando lleva una vida tan monótona como ordenada y sin muchos sobresaltos ni laborales ni personales.

Es cuando recibes un sms de una antigua compañera de trabajo (que además de ejercer su tarea a diario como administrativa en la empresa en la que yo trabajaba antes, se dedica a cantar algunos fines de semana) cuando te das cuenta de que estás más sólo que la una.

Esta mujer no se podría decir que es amiga mía, pues yo, para considerar amiga a una persona, pongo una prueba facilísima, que en realidad pocas personas pasan. Proponer tomar un café y que esa persona acepte tan solo porque se lo has propuesto tú y porque le apetece tu simple compañía y porque no tiene ni pareja, ni niños, ni más amigos con los que tenga citas ineludibles y/o porque sí, sin más.

Esto que parece tan fácil, es simplemente imposible con una persona como mi administrativa-cantante favorita. Aún así, me envió el sms diciéndome que cantaba anoche, supongo que porque piensa que es la única manera que tiene de verme y porque supone que algún día que tenga concierto si llegaré acompañado aunque sea de mi prima (o de la suya).

Pero ayer pudo más mi sentido de "soledad-ridículo". Hice una visualización de la situación y me veía sin ningún amigo asistiendo al concierto y tomándome una copa sólo. Quizás esta mujer me hubiera presentado a un montón de gente... Pero la masa me asusta cada vez más. Me da vergüenza que piensen que soy un solitario (aunque en sí lo sea) y que digan que qué pinto en ese garito tomando un vodka con naranja y sin ninguna persona acompañándome, ya sea ésta amiga, compañera o familiar en primero o segundo grado (o sea, mi prima o la suya).

Así que me dio un pequeño bajón de moral, que esta mañana he curado con una amiga que no es de carne y hueso (o sí, pero no... yo me entiendo), y que siempre está dispuesta a cantar para mí esta canción llena de energía. Es Shelby Lynne y canta también para vosotros -estéis altos o bajos de moral- este Slow Me Down.

jueves, febrero 23, 2006

Vecino de parking

Tengo un vecino de parking que es taxista. Él ocupa la plaza 237 y yo la 238. Rara vez coincidimos en el momento exacto en que ambos vamos a montarnos en nuestros respectivos vehículos; él para trabajar y yo para ir al mío o a donde sea.
Sin embargo, las pocas veces que nos hemos visto –sobre todo por la mañana-, hemos llegado a intercambiar algo más que el consabido “buenos días” que a esas horas suele ser pronunciado entre dientes.

Y así, aunque los minutos en las grandes ciudades valen oro, me ha contado que lleva muchos años en Madrid, que es de Bilbao y que tiene una hija con una fuerte minusvalía. Yo le he contado historias del Metro... y otras; claro.

El sábado hice una de esas cosas raras que hago a veces. Cogí el coche y me largué a un pueblo que está a unos treinta y tantos kilómetros de Madrid a tomar un café. Iba yo sólo, como muchas otras veces, conduciendo sólo por el placer de no ir a ninguna parte con prisa y escuchando mi música favorita a un volumen no muy acorde con mi edad física, pero si con la musical y mental; es decir: alto.

Llegué a San Agustín de Guadalix –que así se llama el pueblo- me tomé el café mientras veía el Canal Viajes en un pantallón del bar, le dije a la camarera que tenía unas tostadas abandonadas en la parte de abajo de la barra desde hacía un buen rato, tostadas que estaban esperando con ansiedad un chico y una chica que entraron algo después que yo. La camarera me dio las gracias y la vuelta del café y después de dar un paseo y respirar un poco de aire “de pueblo” me volví a Madrid.

Al aparcar en mi plaza 238 vi que venía el taxista con su hija. Le di la enhorabuena por la compra de su nuevo taxi (un Skoda Octavia flamante). Me enseñó el tremendo maletero del que se sentía satisfechísimo y entonces fue cuando la niña me buscó para palparme -“La pobrecilla es que es como un pulpo”- decía su padre.

Y es que la niña es prácticamente ciega y totalmente sorda, por lo que sus manos se convierten en pequeños tentáculos ávidos de contacto, de información, puede que de calor. Su manita buscó la mía. Estaba muy fría, pero como mi mano estaba calentita, se la cogí y la acaricié. Me alegró conocerla y pensé en lo poco que nos acariciamos, en lo poco que nos tocamos o abrazamos la gente. En el poco contacto físico que la sociedad bienpensante nos ha obligado a tener.

Desde aquí me rebelo y mando un abrazo a quien me lea ahora. Ojalá os llegue.

lunes, febrero 20, 2006

"Rampla" de "mini-invalidos"

Voy a contar otra historia relacionada con el Metro, sobre todo porque no me apetece hablar de la gripe aviar ni de las caricaturas de Mahoma...

Verás; ahora por decir esto, seguro que recibo en mi normalmente tranquilo blog, la visita de cientos de miles de exaltados a favor y en contra de que se maten a todas las aves que tiendan a dibujar con sus errantes vuelos, la figura de Mahoma y de Alá enteros; los dos.

Escondámonos pues en el Metro, adonde ya no he vuelto a ir desde que una chica morena con los ojos muy negros y yo nos sonreímos. Es lo que tiene de bueno o malo lo de tener coche. Una vez hecha la revisión correspondiente, vuelve uno a su cajoncito con ruedas y allí no te sonríen ni morenas, ni rubias, ni mucho menos (gracias a Dios) el furgonetero que reparte cualquier cosa que la ciudad necesite o no, pero que lleva su musiquita de Camela a todo volumen tan contento él y como mucho te mira esperando la luz verde del semáforo (eso si no se lo salta a la torera) con cara de decir: ¡¿Qué pasa?!.

Y tú le dices: “Pues mire usted señor furgonetero, pasa que cercana la inauguración de la Estación de Nuevos Ministerios, concretamente del Intercambiador de Transportes entre Metro, trenes de Cercanías y buses, aconteció que se instaló una rampa para permitir que los minusválidos que fuesen a tomar alguno de esos transportes, pudiesen acceder a ellos sin problemas de movilidad. El Encargado de la Obra tenía su propio nombre para dicha instalación llamándola “rampla de mini-invalidos”. La pendiente de dicha rampa (fuera de normativa) era tal (cagada) que hubo que cambiar la interconexión entre la velocidad de la silla (a la que pusieron unos sacos con el peso parecido a un humano, no fueron tan brutos de poner a un señor de verdad) y la de la apertura de la puerta automática cuyo sensor era incapaz de detectar a tiempo el acercamiento a 91.3 km/h de la silla con los sacos produciéndose el fatal choque de silla y sacos con la puerta que asustada de su propia lentitud se abría 2,38 segundos tarde con sacos y silla desparramados por ahí...”

El furgonetero dice: “No es por molestarle, pero se ha puesto el semáforo cinco veces en verde (contando la de ahora), cuatro en ámbar y cuatro en rojo. ¡Ande!. ¡Tire!”.

Y yo ando y tiro y me digo. “Mañana al Metro, a ver los anuncios morenos con ojos negros y las chicas en pliegos menores”.

sábado, febrero 18, 2006

sin palabras


Otra historia en el Metro. Otra historia pequeñita; menor.

Estación de Núñez de Balboa- Línea-9

La chica morena de ojos grandes y negros y yo, observamos como en el otro andén, dos trabajadores se afanan poniendo cola de papel en grandes pliegos, que como un puzzle van a ser ensamblados para formar un anuncio...

El próximo tren efectuará su entrada en la estación en 2 minutos (reza el cartel luminoso de nuestro andén)...

Dan brochazos de cola y doblan con un arte que sólo ellos conocen seis, siete, no sé cuantos pliegos, mientras hablan por los codos.

La chica morena de ojos grandes y negros y yo, nos miramos y como ella debe ser una especie de bruja o maga, me dice telepáticamente; haciendo sonreír sus ojos; que nos vamos a quedar sin saber cómo pegan los pliegos y de qué será el anuncio...

El próximo tren efectuará su entrada en la estación en 1 minuto...

Yo levanto mis cejas resignado y ella me devuelve el gesto, pues ambos sabemos que nos vamos a perder el momento de la pegada y si se equivocan de sitio y si la cola no ha agarrado bien...

El tren está efectuando su entrada en la estación...

Nos montamos; ella se baja en Príncipe de Vergara y me regala una sonrisa. Yo también le doy una mía.

Me bajo en Estrella.

jueves, febrero 16, 2006

country music in N.Y.

Cuando ceno en casa; que es casi todos los días; me gusta poner algo de música como acompañamiento; como una especie de aderezo. Dependiendo de lo que elija, mastico más o menos deprisa o hago un sólo de guitarra (con la boca) entre bocado y bocado, o si es jazz; me parece estar en un restaurante de New York, cerca de Greenwich Village.

Hablando de New York; hoy he hecho salir del armario –de la estantería, sería más correcto decir- a uno de los poquísimos cantantes de country nacido en esa ciudad: Hal Ketchum.

La memoria me ha llevado al único viaje que he hecho a New York. Fue en el año 1997 y lo hice acompañado de una de mis personas favoritas y excelente compañera de viaje: mi hermana Ángeles.

A ambos nos gustaba en aquella época la música country (hoy día algo menos) y se dio la circunstancia especialmente divertida que este cantante actuaba en el World Trade Center, así que aprovechamos para ver las Torres Gemelas; comer en un restaurante de comida rápida-basura-pseudo-italiana llamado Sbarro; en lo más alto de una de ellas; y bajarnos a ver el concierto –gratuito; claro está- con el que nos deleitó a unos cuantos cientos de personas.

New York sigue ahí; las Torres ya no están, pero nosotros y hasta el mismo Hal Ketchum sí.

lunes, febrero 13, 2006

Party Line

Obra: Prolongación de la Línea-7 del Metro de Madrid. Año 1996

Conversación mantenida vía walkie-talkie entre Alfredo; Jefe de Obra. Paco; Peón de Topografía y Humilde; Encargado (Al que no oíamos).

Esta conversación tenía que hacerse por este sistema porque las oficinas estaban situadas en una posición tal con respecto a la obra que era imposible la comunicación entre Jefe de Obra y Encargado, por lo que el Peón estaba en medio de ambas ondas radiofónicas, retransmitiendo “a su bola” las ordenes. La comunicación fue más o menos así:

Alfredo: Paco, Paco. ¿Me escuchas?. Cambio.

Paco: Le escucho. Cambio.

Alfredo. Paco: Dile a Humilde que no pida el primer camión de hormigón hasta las siete. Cambio.

Paco: Vale. Cambio. Humilde: Que dice Alfredo que cuando llegue el hormigón te esperas hasta las siete a echarlo. Cambio.

Alfredo: Paco, Paco. ¿Me escuchas?. Que no me has entendido. Que le digas a Humilde que no pida nada hasta las siete. Que a partir de esa hora sí. Cambio.

Paco: Ah; vale. De acuerdo. Cambio. Humilde: Que dice Alfredo que pidas siete metros cúbicos hasta las siete, que luego vendrán más camiones pero que ya nada, que sólo siete. Cambio.

Alfredo: Pacoooo. ¿¡Pero qué dices!?. Que no haga nada Humilde hasta las siete, que ahora bajo yo a la obra, pero díselo como yo te lo digo: Que no pida hormigón hasta las siete. ¡Jode Paco, pero ¿me escuchas?!. Cambio.

Paco: Alfredo; cambio, digo; no. Es que se corta un poco. ¿Entonces, quedamos en que se viene usted ahora a la obra o luego a las siete cuando ya esté el hormigón?. Cambio.

Al pobre Alfredo le dio un ataque de risa histérica. Me contagió a mí que hasta ese momento estaba dibujando un plano tranquilamente. Acabábamos de inventar el party-line; sin saberlo; por supuesto.

La Línea-7 del Metro de Madrid funciona a la perfección a pesar de aquello.

viernes, febrero 10, 2006

Bibliomeme

El compañero de bitácora sebastiandell, me ha propuesto que escriba o más bien transcriba algo de un libro que me haya impresionado especialmente.

Entre otros muchos, he elegido esta obra llamada Seda cuyo autor es Alessandro Baricco. Lo que aparece a continuación es parte de la descripción que del libro se hace en su propia contraportada.

"Ésta no es una novela. Ni siquiera es un cuento. Ésta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento.
El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe.
Se podría decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En ella están entremezclados deseos, y dolores, que se sabe muy bien lo que son, pero que no tienen un nombre exacto que los designe. Y, en todo caso, ese nombre no es amor. (Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias. Así funciona. Desde hace siglos.)"


Le paso el testigo a: grismar & cinzcéu a juankar y a incondicional

miércoles, febrero 08, 2006

Heat Wave


Sintió frío. Un escalofrío más bien. Recorrió la casa entera para comprobar que ninguna ventana había quedado abierta por un descuido. Nada. Todas cerradas. Subió un punto más el termostato de su calefacción central. Pensó; en el leve intervalo de un segundo; lo monótona que era su vida. Al siguiente segundo lo pensó otra vez, cerciorándose de la indudable vida aburrida que llevaba. No tenía fuerzas ni para creer en imposibles aventuras o viajes o algo que le sacase de la desidia del ciudadano medio de una ciudad; de un planeta tan vacíos como él.

Miró la combinación ganadora de la loto: un acierto y el complementario. Un trueno sordo acompañado de una luz que le dejó ciego al instante entró hasta su alma. Sintió calor. Mucho. De repente no sintió.

domingo, febrero 05, 2006

La Matanza de Cifuentes

“Hubo seis cosas en la boda de Antón, cerdo y cochinillo, puerco y marrano, guarro y lechón”.


12:37: Llego a la gasolinera del km. 77 de la A2 dirección Zaragoza. Allí me encuentro con que ya están Luismi, Rosi y su hija Verónica, así como Carlos y Bea.

13:01: También llegan Carlos Zaragoza que curiosamente viene en la dirección de su apellido y su mujer Ana. Con el resto hemos quedado en Cifuentes, así que dejo mi coche en la gasolinera y me monto en el de Carlos y Ana.

13:12: Cifuentes. Vemos a Jesús Mena, a su mujer Charo y a su hija Yana. Hay que esperar a “El Pelos” y su mujer María y su hija Alba y a Belén, Juan y su hija Laura que como siempre llegan los últimos. Después de varios botellines y presentaciones nos sentamos a la mesa.

14:33: En la mesa ya está la ensalada de tomate con jamón y tocino salado que vamos pinchando mientras yo hago un castillo de abrigos entre dos sillas que inexplicablemente se tira toda la comida sin caerse.

14:40: Gachas del Pastor.

14:51: Torreznos de Alma.

14: 58: Migas Alcarreñas.

15:06: Morcilla de arroz.

15:11: Picadillo Matancero.

15:18: Oreja a la plancha.

15: 29: Sorbete de Cava.

15:45: Costillas adobadas.

15:58: Somarro del Matarife.

Todo esto regado con vino del terreno y algunos insensatos; agua.

Se me van las horas. Así que a no sé qué hora llega el Popurri de Postres: Tocino de cielo, Leche frita, Tarta de mora, Hojuelas con miel y flan y como desengrasantes: café de puchero y orujo de hierbas.

Luego nos fuimos a ver las yeguas de Miguel; el hermano de Luismi; ambas están preñadas y las niñas no pueden montar y dar un paseo, pero si acariciarlas. A algunos hombres del grupo nos regala una descomunal cebolla que tiene pinta de saber a gloria y que no tiene nada que ver con las cebollas todas iguales de los supermercados.

Decimos de ir a tomar una copa (o más) a Torija donde nos invita Carol, la sobrina de Luismi. Decidimos tomar la penúltima en Rebollosa de Hita. Ana y Carlos me llevan a la gasolinera donde yo había abandonado mi Golf por la mañana y ellos se van a Madrid, pero yo me acabo acercando al Hogar del Jubilado y único “bar” del pueblo. Allí soy yo quien invita a una o dos rondas por haber sido mi cumpleaños y porque sí. También se decide –estas decisiones son muy de bar- que en abril; Carlos Canales traerá un jamón; Juan hará una caldereta de cordero; “Chule” (el dueño del bar) pondrá barriles y más barriles de cerveza y yo digo en francés que prometo llevar unas cuantas botellas de Brut Imperial Moët Chandon -que ya sé que no pega nada, pero yo soy así de innovador- ante la mirada atónita y la posterior aprobación satisfactoria de “Chule” y del resto de los hombres que nos damos la mano como señal de palabra de honor.

Yo me fuí a las 12:37 de la noche (o sea 12 horas después de haber llegado a la gasolinera). Algunos se quedaron a dormir en el pueblo con tanto alcohol en las venas como sentido común al no conducir.

De vez en cuando vienen bien estos baños de reciedumbre, de amistades de años, de comilonas rotundas y de sentimientos quizás algo primarios en sus modos, pero tan sinceros que emocionan hasta al torrezno de alma más duro.

Nota: Tanto Cifuentes, como Torija, como Rebollosa de Hita son poblaciones de la Alcarria, de Guadalajara.

miércoles, febrero 01, 2006

1956-2006


Mi madre me llevaba dentro desde hacía unos ocho meses. A las ocho de la mañana de un día como hoy de hace 50 años, se despertó con molestias algo mayores que las propias del embarazo que; de todas formas; estaba siendo relativamente cómodo.

Decidió prepararse para ir al médico por si esos dolores eran resultantes de alguna complicación en el parto, así que se levantó y se fue a la cocina a asearse un poco. No fue a la cocina por capricho, sino porque era la habitación más calentita de esa casa que como toda casa antigua tenía su cocina de leña y carbón y los rescoldos del día anterior eran capaces de calentar unas horas más el habitáculo, hasta convertirse en cenizas.

En la cocina estaba desayunando la que se iba a convertir “sin comerlo y sin beberlo” en mi madrina: Angelines. La bella Angelines; valenciana y muy morena e hija de unos amigos de mis abuelos y que solía pasar unas semanas en Madrid, debía contar en aquel momento con 17 años y “de golpe y porrazo”, descubrió como se daba a luz, pues como he dicho, mi madre decidió lavarse no sólo por una lógica higiene, sino para ir aseada al médico. Con la ayuda del jabón utilizado en esa higiene personal, sonaron tres ruidos parecidos al descorche de una botella de champagne, que no eran otros que mi cabeza y mis hombros, escurriéndose con el jabón y saliendo a toda velocidad hacia el suelo....

Angelines se convirtió con todo derecho en mi madrina porque; aunque atónita ante el espectáculo que tenía delante; tuvo los reflejos suficientes para tirarse al piso y evitar que me estrellase contra el duro terrazo de la cocina, mientras mi madre se agachaba con cuidado, con perplejidad y con un terrible dolor.

Ese día vinieron más complicaciones, pues ante la situación de urgencia, no se les ocurrió mejor cosa a las vecinas del 1ºA que cortar el cordón umbilical con unas tijeras de cocina. Cuando vino el médico, examinó la placenta para ver que tanto ella como yo estábamos enteros. Casi no podía atarme el ombligo porque no se fió de las tijeras cocineras y cortó algo más de cordón. Hay que decir que además yo era el primer bebé que atendía el ginecólogo que estaba encantado con la experiencia y que a los pocos años se haría famoso por ir al Congo Belga a montar hospitales infantiles. Logró coserme, pero por la noche oyeron una especie de maullido muy bajito; era yo, que me desangraba. Mi padre corrió hasta la consulta del médico. El que nos había atendido a madre y niño por la mañana no estaba localizable. A mi padre casi le atropella un tranvía -de los que por aquel entonces circulaba por la calle del Conde de Peñalver- por ir a por el médico de guardia al que pilló en su casa, jugando a las cartas y con ciertas reticencias para venir a la nuestra a esas horas de la madrugada en la que no había ni Urgencias, ni 112, ni casi teléfonos. Mi padre prometió asesinarle si no venía a vernos. Totalmente “convencido” apareció y cortó mi hemorragia, pero nos dijo que por la mañana vendría nuestro médico.

Ya el día 2, el joven médico cosió a lo vivo el desgarro que mi intempestivo nacimiento había producido en mi madre y a mi me puso un cartón de la contraportada de un libro francés llamado “Fauvette et ses frères” (esto no viene al caso pero me hace gracia ponerlo) entre el nudo del ombligo y la tripa para conseguir que se secase y se curase la infección. Extraña solución, pero eficaz, porque aquí estoy todavía...

Esta larga entrada se la dedico a mis padres, a mi madrina Angelines y al doctor Joaquín Sanz Gadea que como comenté antes, se haría famoso en los años cincuenta por ejercer su medicina en lo que en aquel entonces se llamaba Congo Belga. Siempre he pensado que a pesar de la fama y del reconocimiento por su labor, quizás recordó aquel primer niño al que atendió el 1 de febrero de 1956 en esa casa que estaba en la calle de Montesa nº11 Escalera A, 2ºB y que no se sabía muy bien si había sido un convento o un cuartel y que; para bien o para mal; ya no existe.

domingo, enero 29, 2006

Invincible summer

"En las profundidades del invierno, he aprendido al fin que dentro de mí reside un verano invencible".

Esto es lo que dice Albert Camus en la contraportada del CD de k.d.lang llamado 'Invincible Summer'.

Os dejo esta canción para que os lo apliquéis... si podéis.

k.d.lang: summerfling

viernes, enero 27, 2006

Obras y Medallas-2

Algunos de los mandatarios municipales que nos están obligando a las empresas constructoras a terminar las obras en un tiempo record, tienen miedo de que a la gente le dé también miedo el hecho de meterse en un túnel de unos cuantos kilómetros contando con que no haya ni accidentes ni atascos históricos que pueden agobiar y dar cierto sentimiento de claustrofobia a no pocos conductores.

Para ello; en el túnel que estamos a punto de terminar; se les ha ocurrido a los munícipes pensantes, la brillante idea de decorar dicho túnel con paneles de ningún color; es decir: blanco brillante –¡como su propia idea!-.

Intentan dar con ello una sensación de luminosidad que a mi; cuando se llevan colocados unos pocos de estos paneles; me da un poco la sensación entre de hospital y de esos túneles tan misteriosos que o bien nuestro cerebro o bien nuestra alma –si es que contamos con algo parecido- ven cuando el cuerpo está en trance de morir y que es un túnel; como poco: inquietante, pues tanto gentes creyentes como no creyentes, han vivido de igual manera ese viaje de ida y vuelta -pues ninguno de los que lo ha contado ha fallecido en sí- hacia una luz de colores nunca vistos y han recibido en dicho túnel la bienvenida de familiares o amigos muertos mientras el viajero ha visto a toda velocidad pasajes de su vida y hasta que alguien le dice que no le ha llegado la hora y que vuelva a su cuerpo lo que suele causar un cierto desagrado en el tunelero que ya se veía libre de sus kilos para siempre jamás.

Nosotros estamos dotando a nuestros túneles de salidas de emergencia por si se da el caso de que nos digan que no ha llegado nuestra hora o de que no llegamos a nuestra hora que será lo más probable. Los que vivan en Madrid o vengan de visita, ya dirán que les parece el luminoso túnel y como se les queda el cuerpo y el alma –si es que contamos con algo parecido- al viajar por él.

Buen viaje.

Prometemos luz al final del túnel....

miércoles, enero 25, 2006

Medallas y Obras


Yo no viví esa época como trabajador; apenas como niño; pero lo bueno; por decir algo; que debía tener la dictadura de Franco era que como no había legislaturas ni elecciones generales ni locales, ni de nada; entre que el dictador inauguraba un pantano y otro podían pasar unos cuantos años y no necesariamente los cuatro a los que los que trabajamos en la Obra Pública estamos abocados; ya hagamos una calle de un pueblo o las Pirámides de Egipto-II.

Entrada la democracia y ya trabajando en este negocio, me tocó vivir una inauguración “de mentira” de una depuradora de aguas residuales cuyo nombre era; y sigue siendo: Estación Depuradora de Aguas Residuales de Villalba de Guadarrama y Municipios Adyacentes “El Endrinal”; toma ya nombrecito.

Y digo lo de la inauguración “de mentira” porque como se acercaban elecciones; el Presidente de la Comunidad de turno quería inaugurarla a toda costa. Como no habíamos terminado la obra, tuvimos que llenar los depósitos de agua, poner césped artificial y hacer “como si” funcionara la instalación. Desde una loma adyacente observamos como hacían el "paripé", y allí desde lejos veíamos nuestra depuradora más bonita que un San Luís, llorando de la emoción del momento.

Acabada la payasada política, quitamos el "atrezzo" y seguimos trabajando unos meses más hasta la terminación; ya sí; y el funcionamiento hasta hoy.

Ahora la política salpica cada vez más a los técnicos, a los que nos obligan a correr, a intentar realizar unos proyectos hechos también deprisa y corriendo y que normalmente hay que rehacer más corriendo y más corriendo y más corriendo, porque están mal pensados o cojos técnicamente, porque también a ellos les han obligado a correr a su vez. Todo para que el Alcalde o Presidente de turno se pueda colgar sus medallitas en SU legislatura correspondiente.

Mientras, la construcción registra muertos y más muertos en accidentes laborales.., pero no importan.

¿A qué político le importa una mierda de obrero muerto?.
¿Qué mandatario es capaz de comerse esos muertos a costa de su avaricia, de su poder?.
Todos ellos.
Ni pestañean.
Son estadística.
Es el precio por el bien común de la ciudadanía; dicen.
Cuánta basura dialéctica.
Apestan.

¡Pero venga, vamos!. ¿En qué estás pensando?. ¿Qué estás escribiendo?. Venga, que hay que inaugurar, deprisa, más deprisa, más y más deprisa. ¡Más, más, más!...

domingo, enero 22, 2006

Cinco extraños hábitos de vitore

Resulta que grismar me ha invitado a este juego en el que parece andar metido todo el planeta “bloguero”.

De hecho, no creo que pueda reenviar el jueguecito a nadie porque entre que los enlaces que tengo ya han sido enlazados por otros anteriormente para jugar a ello y entre que los que no lo han hecho; está un señor como harry.c cuyo blog consiste en viñetas... aunque esto si sería divertido, que mediante viñetas pusiese sus cinco manías o hábitos extraños... y en fin que luego hay blogs que leo y en los que comento, pero que no suelen hacer lo mismo conmigo, yo creo que en mí –como pasó con incondicional- parará una de las ramas de esto.

Y ya metiéndome directamente en mis manías o hábitos raros. No me ha sido muy fácil encontrar cinco, no sé si porque de tener hábitos extraños, a mi a lo mejor me parecen perfectamente coherentes de tanto repetirlos.
Pero bueno, intentaré hacerme un auto análisis a ver que sale:

1º.- El primero que se me ocurre es el hábito de ordenar mis múltiples Cds (más de 1000) alfabéticamente, lo que me lleva a mover todas las filas y todas las columnas de los muebles (cada uno "de su padre y de su madre") si se da la tragedia de que me compro un Cd de un artista cuyo apellido empiece por “A”. Si el artista se apellidase Zumalacárregui, no tendría que mover nada y daría palmas de alegría incontenida, pero no suele ser el caso.

2º.- Siempre retuerzo las servilletas de papel de los bares, sobre todo esas que tienen un ligero satinado y no limpian nada la grasa o fritanga esparcidas en manos, bigotes, codos, tobillos, etc. Las retuerzo y luego hago un nudo marinero con ellas, o dos si quedan los cabos lo suficientemente largos.

3º.- Este hábito también es de bares. Sobre todo de esos restaurantes de comida de “aquí te cojo aquí te mato” en los que los manteles son de papel. Saco mi eterno lápiz; que llevo siempre en la camisa; (si es verano lo llevo en un bolsillo o riñonera) y me pongo a dibujar, o bien lo que sea, o –disimulando por si me pilla in fraganti- a cualquier comensal que sea “dibujable”. Hace años estuve en un trabajo en el que una camarera del bar donde íbamos a comer, se guardó algunas de mis “obras de arte”, cuando no el mantel entero.

4º.- Un hábito que no he perdido con los años es el de mirar a los ojos a la mujer a la que me acaban de presentar. No sé que tendrán los míos –ojos de no seductor, supongo- que muchas se convierten en amigas incondicionales, en confidentes que me abren sus almas sin pudor alguno. No he hecho mucho el amor que digamos, pero ese mirar o esa actitud me ha dado momentos muy placenteros anímicamente.

5º.- El último que se me ocurre, tiene que ver también con la música y es la manía de querer identificar que canción está sonando muy bajita en un hipermercado y una vez que la identifico, acordarme del titulo y visualizar si la tengo en esos armarios cada uno "de su padre y de su madre" y me vuelvo a casa sin los yogures que tenía que haber comprado, pero con la cancioncilla en la cabeza.

miércoles, enero 18, 2006

El perfume que empezaba por "A"

Quería regalarle su perfume favorito como principio del fin, como una especie de hola; me voy.

Casi no podía imaginarla sin él. Cuando se echaba unas gotas, su belleza se multiplicaba, el brillo de sus ojos se volvía lacrimógeno pues no podía admirar esos ojos sin casi llorar él a su vez.

“Sólo me quedan unas gotas”: decía ella, poniendo el morrito mimoso, desamparado, resignado al fin del aroma. Y es que el perfume; en efecto; ya no se distribuía en la ciudad, ni en el país entero. Y era verdad que en el frasco sólo quedaba una ligera capa de liquido amarillo como el oro, que ella había ido alargando y alargando como una hechicera, como una encantadora de perfumes.

Él sabía que ella nunca le amaría, pues además de ser su amiga y sólo amiga, se había enamorado de una lesbiana de voz ronca, tan masculina era su pareja, que dicen que llegaba a agarrarse la zona donde los hombres tenemos nuestros atributos y se colocaba dichos atributos; invisibles físicamente; pero sin duda enormes y bien presentes en su psique.

Decidió buscar el perfume como regalo de Navidad, sabiendo que él ya no lo disfrutaría, ya no lo olería y le reconfortó saber que nunca lo encontraría en otra mujer en la calle o en cualquier otro lugar donde los perfumes recuerdan y te hacen recordar. Lo encontró en Tailandia. Compró un frasco por Internet y a los pocos días lo tenía en su casa.

Escribió una carta en la que contaba como durante esos días había surcado mares embravecidos, selvas asfixiantes llenas de peligros inminentes, hasta llegar a un chamán que mezclando hierbas únicas y extractos secretos había logrado el elixir, el perfume que en su caja de cartón de correo de vía aérea, ella tenía en sus manos.

Llorando como una "Magdalena", le dijo que era el regalo más imaginativo y más bonito que nadie; ni siquiera sus dos amores idolatrados le habían hecho jamás.

A los pocos meses, él ya no pudo ser su amigo, su ángel de la guarda, su confidente, su nada. Sólo recuerda que el perfume empezaba por “A”.

sábado, enero 14, 2006

Percepciones interplanetarias

Hay veces que se tienen los poros más abiertos y parece que uno tiene más percepciones de cosas nimias que otros días en los que se está más espeso.

Hoy estaba yo en uno de esos días en los que parece que acabas de aterrizar en un planeta nuevo y todo te parece sorprendente: Desde al anuncio del método Pilates que parece que no eres nadie si no haces este tipo de ejercicios, hasta mi vano intento de utilizar el metrobus aún a sabiendas de que estaba caducado y no podría, pero por la simple curiosidad de ver qué me decía la máquina que se ha limitado –en su también limitado lenguaje- a decirme; poniéndose colorada: billete no valido.

Y luego ya en el Metro, con mi metrobus nuevo y legal a todas luces, la entrada de dos abueletes: uno, alto, con el pelo como una escarola, pero con entradas, con una pulsera de oro un tanto femenina para mi gusto –allá cada uno con los suyos- un sello también de oro. El otro, mucho más bajito; con el pelo liso, para atrás, con ese aspecto de pelo que ha estado mojado por la mañana, pero que ahora está seco como la mojama, éste llevaba un abrigo gris que le llegaba hasta casi los pies. Ambos han entrado hablando a grito pelado pues el bajito y más abuelo llevaba un sonotone.

Les ha dado tiempo a hablar de como uno de ellos –el del “sonotone”- tenía cita previa; no para el médico de algo, como inocentemente he pensado yo; sino para viajes de jubilados y de cómo no le apetecía ir a Peñiscola porque le habían dicho que no había marcha por las noches, ni bailoteo, ni “na”. Y de cómo el otro no podía acordarse de ese otro pueblo al que fueron que estaba precisamente al lado de Peñiscola y de como habían conocido en ese pueblo -del que no se acordaban- a la prima de “la Pantoja”.

Me he bajado sin llegar a saber el nombre del pueblo ese de al lado de Peñiscola. Luego, en la estación de Ventas, ya en la Línea 2, me ha preguntado el abuelillo bajito que si el Metro que llegaba en ese momento iba a Sol, que antes era por el otro andén. He estado a punto de mandarle al otro andén, por no acordarse del pueblo, pero he sido bueno y le he dicho que sí, que iba a Sol, que no se preocupase de nada en la vida.

Ya en la calle y mientras esperaba la llegada del amigo con el que me iba a tomar un café, me ha abordado un japonés elegantemente trajeado diciéndome que por donde se iba a Serrano.

Al ir a decírselo me ha espetado: "Aaaaaserranolagascaserranolagascaserranolagasca". (Serrano y Lagasca son dos calles de Madrid, cercanas a donde estábamos)

Atónito ante tal parrafada, le he cortado amablemente y le he dicho: konichiua por esta calle hasta tres o cuatro harigato-tai más. Creo que no ha entendido mis rudimentos de su idioma -para su desgracia, colocados fuera de contexto- pero se ha ido tan campante por la dirección correcta; que no es poco ni para él ni para mí.

jueves, enero 12, 2006

Llamada

Hay veces que una llamada inesperada te da; por un lado alegría y por otro sentimiento de culpa por no haber tomado tú la decisión de haber hecho esa llamada, aunque recuerdes frases o gustos o cosas de esa persona.

Cuántas veces nos quejamos con cierta amargura de los pocos amigos que tenemos, cuando resulta; no pocas veces; que no nos paramos a mimarlos.

Así que esta tarde he vuelto a disfrutar con la charla perdida de mi amigo Vicente. Hemos vuelto a hablar como otras veces de música, de cine, de cómo ha empezado a bajarse cosas inverosímiles de Emule como por ejemplo la versión en estéreo de Good Vibrations de Beach Boys (que lleva escuchando estos días casi sin parar) o de cómo; también gracias a Emule; ha encontrado programas de radio estadounidenses de los años 40 y 50 a los que es tan aficionado y de los que tiene una vasta colección. Hemos recordado la vez que me grabó uno de esos programas con el reto –que yo pasé sólo relativamente, aunque aprendí que dandruff es caspa- de entender todo el programa y que él; un auténtico autodidacta del idioma inglés; transcribió excepto una o dos palabras imposibles de entender. Dice que aprendió inglés por su cuenta cuando de pequeño cayó en sus manos un tebeo de Mickey Mouse en dicho idioma y se propuso que tenía que entender lo que decía el ratón. Ahora es capaz de identificar hasta los acentos de los diferentes Estados de Norteamérica.

Hemos quedado en retomar esas llamadas y hasta las comidas que todos los veranos solíamos hacer en la inmensa terraza de su casa: Él con su mujer y su hija y yo con mi hermana, también amiga de la familia. A él lo conocimos ambos en uno de aquellos viajes a Nashville, en los que mi hermana y yo cubríamos la información de un evento llamado Fan Fair (música country) para una revista que se dedicaba a esta música en los años 90.

Estoy contento de la llamada y al mismo tiempo; como decía al principio; culpable por el abandono al que había sometido a este amigo. No tengo perdón de Dios.

lunes, enero 09, 2006

Churros y Porras

Hoy ha sido el cumpleaños de una compañera de trabajo de la que he hablado alguna vez; Toñi.

El último día que trabajamos; es decir el día 5 de enero, le conté que unos antiguos compañeros míos, habían adoptado la costumbre de dejar de celebrarlo en la oficina con los consabidos pastelitos, el cava, etc., eligiendo una conmemoración algo más recia y desde luego con más abolengo: Telechurro.

Al igual que hay servicio de comida rápida de pizzas, de comida china o de tortas rellenas de lo que sea, hay unos señores que de un modo un tanto espartano, han inventado el Telechurro éste, que consiste básicamente en que te traen en la motillo de turno: churros, porras y hasta chocolate calentito.

Como nuestra amiga Toñi se quedó con la copla, me propuso ayer quedar hoy a las 8:15 de la mañana para después de tomar un café ir a buscar los susodichos churros ya que el Telechurro, o pasó a la historia, o no teníamos su teléfono, o algo.

Así pues, sin Telechurro a la vista, allá que nos hemos encaminado, más llegando a la churrería hemos observado con gran quebranto de nuestras almas que la casetilla dedicada al efecto estaba cerrada a cal y canto.

Hemos preguntado entonces a uno de los kioskeros del barrio, que nos ha dicho que podríamos encontrar una churrería abierta siguiendo toda esta calle recta –haciendo el amable señor ese ademán que todos hacemos para indicar calles, pues ¿quién de nosotros es capaz de indicar: tuerza la segunda a la derecha y luego la tercera a la izquierda, gire cuando llegue a la rotonda... sin hacer ejercicios entre aeróbicos y de tai-chi?- cuando lleguen a una rotonda que hay un cajamadrid, sigan –hemos visto otra churrería cerrada que no era- luego sigan rectos y al final de la calle, hagan un zig-zag un poco a la izquierda –aquí el kioskero ha hecho una especie de paso de salsa imitando graciosamente el zig-zag- y luego otra vez rectos, cuando lleguen a otro cajamadrid y una caixa, pregunten que allí hay una churrería que estará abierta.

Inexplicablemente; Toñi de copilota y yo pilotando, hemos llegado al sitio sin perdernos. Más que ir a por churros, parecía que estábamos descubriendo el Polo Sur.

Al fin, sin preguntar ni nada, hemos llegado a la churrería y ¡qué maravilla!; otra vez –una más- me ha sorprendido ese olor a aceite hirviendo que uno olía cuando iba con el abuelo a comprar los churros del domingo y como la masa ya preparada ha entrado en el baño sagrado, deslizándose casi placenteramente y como el churrero ha sacado una rueda ya dorada y como la churrera ha cortado en piezas casi exactas las porras pedidas.

Solo he echado de menos que los churros ya no tenían forma de churro, sino de lápiz, de varita mágica, de batuta. Los churros como Dios manda, antes iban engarzados en un pequeño junco.

Pero esos eran otros tiempos más churreros y más juncales.

sábado, enero 07, 2006

Espacios con humo

No voy a hablar en sí de lo de la famosa Ley Antitabaco, ni voy a polemizar ni nada con el tema.

Es que me ha llamado la atención un cartel pegado en un bar por el que he pasado.

Como no llevaba ni mi cámara digital ni mi móvil es de la última generación; o sea de los que sacan fotos; no he podido tomar la imagen de dicho cartel que decía:

EN ESTE BAR SE PERMITE FUMAR.
PERO SÓLO TABACO ¿VALE?
¡Y QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA!

Seguro que habrá carteles más graciosos, más intimidatorios, más claros o más cabreados, pero éste me ha parecido genial.

Demuestra que los españoles todavía tenemos ese punto de humor negro como el de una funeraria de Alicante que regala mecheros con el dibujillo de un esqueleto con un cigarrillo en la mano y dice: "Funeraria Menganito: Siga fumando; sabemos esperar".

Así somos a veces. Esta bien un poco menos de crispación.

jueves, enero 05, 2006

Noche de Reyes


Yo nací y viví los 13 primeros años de mi vida en una casa muy antigua de la que no se sabía muy bien su origen, pues se dudaba entre que hubiese sido un convento o un cuartel.

La casa aquella era enorme –o al menos así la recuerda el trocito de cerebro de niño que aún me queda- y allí vivíamos mi abuela materna María, mi abuelo materno Víctor, mi tía Maricarmen, mi tío Manolo, mis primos Marimar y Javi, mis padres Paquita y Carlos y mis hermanos Juancar y Mariángeles.

Poco antes de que naciese mi hermana –a la que llevo nueve años- y cuando yo contaba más o menos con siete u ocho, descubrí que los Reyes Magos eran los padres.

Sólo hay que imaginar el alboroto pretendidamente callado que los adultos liaban esa noche mágica. Entre cuchicheos y ruidos de papeles por aquí y por allá, se oía como dudaban si el paquete que estaban manipulando correspondía a...

¿Juan Carlos?... ¡No, no, este es para Vitore!.

Yo me hacía el dormido entre las sábanas con una sonrisa medio pícara, pensando que al menos... ¡tenía un juguete seguro!.

Prometí no descubrir a ninguno de los adultos ni a ninguno de los niños de la casa mi pérdida de inocencia, pues me daba pena que a ellos les diese cargo de conciencia y desde luego prefería verlos felices cuando todos enredábamos con los regalos correspondientes y me sentía bien cuando con todo candor nos decían: “¡Mirad niños, hemos dejado tres copitas de anís para los Reyes y se las han bebido!”. Yo miraba a mi abuelo, mi tío y mi padre y me decía: “¡Estos son los tres Reyes Magos más buenos del mundo; se merecen el anís!”.