lunes, agosto 31, 2015

De Oca a Oca y tiro porque me toca



Hoy ha empezado la nueva temporada de relatos cortos de La Ventana de la Cadena Ser.
La frase con la que ha de comenzar el relato que debe tener como máximo 100 palabras es:

Al abrir el contenedor se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas.

Me he animado a escribir esto:



"Al abrir el contenedor se dio cuenta de que estaba empezando a olvidar el nombre de las cosas. Vio un parchís, tiró el dado del cubilete rojo: cuatro. Vio un Mortadelo y Filemón del 83, sonrió. Vio un parchís, tiró el dado del cubilete rojo: cuatro. Vio una Interviú del año 83. Chica rubia, vello púbico negro, sonrió. Vio un parchís, tiró el dado del cubilete rojo: cuatro. Vio un hombre que le miraba sonriendo y que decía a la vez que él ¿echamos una Oca que no hacen más que salir cuatros? Y se pusieron a jugar."

sábado, agosto 29, 2015

Caminata, cadera, rodilla, "acojonao", de los cojones...

Muchas de las veces en las que realizo mi caminata diaria, llevo una playlist de Spotify que tiene desde The Strokes a Franz Ferdinand o desde Cream hasta Foo Fighters, es decir, nada que ver con esas playlists "inteligentes" que ta van dando pautas de canciones para que quemes tantas o cuantas calorías.

Pero otras veces, sobre todo ahora, ya casi a finales de agosto, prefiero ir "escuchando" el inconcebible (ahora) y efímero (ya llegará septiembre) silencio de la arbolada calle de Arturo Soria.

Cuando hago eso y a pesar de mi supersónica velocidad pedestre, acierto a escuchar retazos de frases de las gentes con las que me cruzo o a las que sobrepaso (sí, sobrepaso a mucha gente).

Impelido por mi afición (irregular) a escribir, imagino que podría hacer un puzzle con esas silabas perdidas entre la conversación que dejo atrás (o a un lado) y componer un mini relato.

Como en verano no hay ni Dios (en ninguna de sus representaciones una y trina) ayer pude escuchar lo siguiente:

Personajes 1.- Una monja acompañada de dos señoras mayores (a lo mejor 15 años más que yo, tiemblo). Dice la monja: "La cadera muy bien muy bien, pero la rodilla muy mal, muy mal..."

Personajes 2.- Un señor grandísimo hablando a una audiencia variada; señoras, niños, perritos, todos absortos mirándole. Parecía un equipo de basket él solo o que se los había comido. Dice el hombretón: "El tío es que estaba "acojonao", y cogió y se compró un pastor alemán y claro..."

Personajes 3.- Una pareja joven. Él entre nerd y geek, ella entre que le gusta ese tipo de tíos, pero a la vez piensa ¿sí?... buff.. Dice el geek: "Es que a ver, yo tengo al final la aplicación y hago con ella lo que me sale de los cojones... Claro; responde ella sin emoción ni interés..."

No sé; a lo mejor el geek se ha metido con nocturnidad en una aplicación del hospital Quirón para robar una técnica secreta e innovadora (que encriptada en la aplicación se cree segura) que destroza caderas que estén muy bien muy bien y arregla rodillas que están muy mal muy mal y acojonado, se ha llevado al pastor alemán, que husmea restos de analíticas de ébola y estornudando (el animalico) hace que el nerd borre las bases de datos del hospital porque le sale de los cojones...

domingo, agosto 23, 2015

¿dónde estabas?

¿dónde estabas?
¿por qué anoche y no hace cien días?
¿por qué anoche y no hace cien años?
¿por qué anoche y no un día antes del sueño eterno?
anoche; apareciste en mi sueño
nada más mirarnos me preguntaste
con tus ojos llenos de miel y de brisa
¿dónde estabas?
yo, mirando tus ojos
esos que me preguntaban
¿dónde estabas?
te he dicho
un segundo antes de despertar
con mis ojos llenos de azul y de sol
que yo estaba todo el rato
pero que solo anoche
¿por qué anoche?
abrimos los ojos
llenos de miel y de brisa
llenos de azul y de sol

martes, agosto 18, 2015

Hijos ignotos

Aunque es algo bastante íntimo, llegó el momento de confesarlo: tengo hijos por todas partes.

No es que sea yo muy promiscuo, pero debo de ser muy eficaz, pues me salen hijos de debajo de las piedras.

Uno de los primeros hijos ignotos, me surgió justo frente a mí cuando hace años, en los Países Bajos, y mientras cenábamos mis dos compañeros de viaje: Wendy y Manuel y yo en un restaurante de la bella ciudad de Breda, un camarero se dirigió en perfecto castellano a nosotros y nos descubrió de golpe y porrazo que Manuel era hijo mío...

¡Me llevé una gran alegría pues aunque le tengo un especial cariño sin que sea mi hijo, ya sabiéndolo, le quise aún más!

Pasados unos años y dándose la circunstancia de que alguna vez comíamos juntos mi gran amiga del alma Ester y yo, un día en el que no íbamos a comer en el bar, sino que me disponía a pedir dos prensaditos noruegos (molletes de Antequera con salmón ahumado, huevo cocido, mayonesa y lechuga) para comerlos por ahí, la simpática camarera llamada Nieves, me descubrió de golpe y porrazo que Ester era hija mía...

¡Me llevé una gran alegría pues aunque le tengo un especial cariño sin que sea mi hija, ya sabiéndolo, la quise aún más!

Esta misma mañana y mientras tomaba un cortadito en la Barra de Pintxos de aquí al lado, intentando digerir la vuelta al trabajo, el camarero, al que conozco muy poco y al que sin embargo he mostrado mi pesar por volver a la rutina laboral, me ha preguntado que dónde trabajo. Al decirle que llevo desde 2009 en la obra ésta del Metro, me ha descubierto de golpe y porrazo que mi compi Lorena... justo...¡es hija mía!

¡Me he llevado una gran alegría pues aunque le tengo un especial cariño sin que sea mi hija, ya sabiéndolo, la quiero aún más!

Diré lo que decía el otro día una tontada del facebook de Faemino y Cansado: Hay que follar más, porque menos es imposible.

El caso es que gracias a todo esto, soy abuelo y Wendy es mi nuera y Ester me ha dado hace poco más de un mes un nieto preciosísimo y Lorena me dará de tapadillo un paquete de folios ya sabiendo que soy su papá, jajaja.

domingo, julio 26, 2015

Talbot Horizon M-XXXX-EH

Cada tarde noche, a la vuelta de mi rutinaria caminata y cuando apenas me quedan cincuenta o sesenta metros para llegar a mi portal, a mi escalera, a mis cuarenta y ocho escalones y a mi refrescante ducha, veo aparcado en la acera por la que marcho, un Talbot Horizon, matrícula de Madrid, ocho mil y pico EH.

Alguna vez veo a su anciano dueño dentro, que con la misma rutina que mis caminatas, se mete en el coche, agarra el volante con las dos manos, cierra los ojos y soltando su mano derecha, arranca el motor e inmóvil, imagina ese día de 1981 en el que fue al concesionario con su esposa, en el que nervioso, se metió en su flamante Talbot Horizon metalizado, en el que agarró el volante con las dos manos, en el que soltó su mano derecha y arrancó el motor y en el que con los ojos bien abiertos, viajó y viajó con su compañera siempre a su lado...

Un día cualquiera, sin avisar, nuestro vecino se meterá en el coche, agarrará el volante con las dos manos, cerrará los ojos y cuando suelte su mano derecha y arranque el motor seco, vacío, sin gasolina, no abrirá los ojos, sonreirá y viajará para siempre con su compañera al lado.

martes, julio 21, 2015

¡Qué canteo!

Soy yo una persona de "poco robar".

Aún recuerdo que siendo un chavalín, me encontré en la planta de deportes de El Corte Inglés intentando comprar una pelota de ping pong cuyo precio también aún recuerdo: 25 pesetas (0.15€).

Ahí estaba yo, solito en toda la planta. Ni un vendedor que me cobrase la pelota de ping pong, ni una alarma puesta en la pelota (eran otros tiempos) para que no pudiese hurtarla tranquilamente... Nadie...

¿Qué hice? Dejé la pelota en su sitio, ya que no apareció ningún vendedor, y me fui cabizbajo a casa...

El caso es que hoy, en el trabajo, me ha ocurrido que aunque soy una persona de "poco robar" y muy paper less (ni siquiera tengo impresora en casa) me he ido a coger un paquete de DINA4 "para casa"...

Me ve mi compañera Lore y me dice: "¡Jo, qué canteo! ¿Te lo llevas así delante de todo el mundo?"

Me ha descuadrado tanto, que he dejado el paquete de DINA4 en su mesa y refunfuñando: "¡Joder, si llevo toda la obra sin pedir nada!" me he largado mientras oía, antes del portazo: "¡Víctor, no me dejes esto aquí!"

Ya en el coche pensaba que es verdad, que tenía razón mi compi, que no hay que robar y que encima tengo todo el dinero del mundo para comprarme mil paquetes de DINA4 "para casa".

En realidad y aunque no sea muy justificativo, lo que me ha dado rabia es que es verdad que en esta obra no he pedido ni bolis, ni rotus, ni lápices, ni nada para mi uso personal (creo que un par de pilas) mientras que otras gentes, supongo que más jefes, con más morro o más listos, piden material de oficina constantemente, material que por arte de magia pierden y vuelven a pedir.

Imagino que tendrán bolis y más bolis y Cds y más Cds y fosforitos y más fosforitos en sus casas, sin que mi compi diga nada o lo diga "por lo bajini" o se lo lleven también "por lo bajini"...

domingo, junio 21, 2015

Caligrafía inglesa

Aunque puede que esté "en la edad", no soy yo un hombre de mucha nostalgia del pasado. Aunque mi niñez fue estupenda, no suelo remitirme a ella como "cualquier tiempo pasado fue mejor".
Y eso que durante mis años de niño con "uso de razón"; pongamos desde los 8 hasta los 12; esa niñez se vio insuflada de un vendaval de autoestima, gracias a la fe que mi profesor: Don José Beldá, puso en mí.

Me solía decir con todo cariño y desde la perspectiva de la época (supongo que con toda franqueza) que sabiendo como sabía "las cuatro reglas" y escribiendo caligrafía inglesa con el estilo y la perfección con la que yo escribía, podría trabajar en lo que quisiese.

No me digáis que si tu profesor te dice eso, no te imaginas una vida futura llena de éxitos profesionales.

Hoy día, aún hago cuentas de cabeza, ante el asombro de propios y extraños y aunque mi escritura deja mucho que desear con respecto a aquella caligrafía victoriana (de la Reina Victoria y de mí mismo) y aunque no he conseguido éxitos profesionales dignos de wikipedia, soy feliz y recuerdo con una sonrisa aquellas conjeturas futuras de mi profe

Nota: En la caligrafía que acompaña esta entrada, cuento en 11 líneas "La Creación". En la página siguiente contaba yo cómo se había concebido "El Submarino Peral"... Genial...


domingo, junio 14, 2015

Deshojando margaritas en francés

Como casi cada fin de semana últimamente, nuestra madre nos sorprende con algún recuerdo de los pocos años que pasó en Francia "pendant la guerre".

Hoy nos ha cantado "su versión" de una canción francesa infantil en la que por muy infantil que sea, ya se nota que en cuestiones amorosas, parece que los franceses son bastante más imaginativos que nosotros los españoles.

Desde luego en lo que a deshojar la margarita se refiere, los españoles o españolas (porque es una canción o una costumbre, más de chicas) son nuestras vecinas más poéticas. Nuestras mujeres, un tanto "lorquianas" son más de blanco y negro, de todo o nada. No hay matices.

Mientras las niñas españolas, despojan a la pobre margarita de sus pétalos con unos simples: me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, hasta que el último pétalo o confirma o desmiente lo que internamente ya se sospechaba, las niñas francesas, casi se quedan sin pétalos a la primera ronda, pues dicen: Je t'aime, un peu, beaucoup, tendrement, passionnement, à la folie, pas du tout (Te quiero, un poco, mucho, con ternura, con pasión, con locura, nada).

En la versión materna de esta mañana tomando el desayuno, no aparece tendrement por ninguna parte y cambia passionnement por pasablement, lo que sin duda ¡es más infantil!

Sea como sea, saco dos conclusiones. 

Primera: aunque las niñas francesas sean más abiertas a los matices del amor, su canción o su rito con la margarita, tiene menos lógica que la versión española en la que al fin y al cabo, se pregunta a la margarita sin rodeos, si se es querida o no. Las francesas no preguntan, sino que van afirmando, de un modo un poco absurdo; como algunas películas de la nouvelle vague o algunos platos de la nouvelle cuisine; de qué modo se supone que quieren ellas al chico de turno.

La segunda conclusión es que uno nunca se aburre con Paquita, pues además de eso, nos ha recordado el nombre de una flor: Myosotis, que no nos sonaba de nada, ni a mi hermana ni a mí. Total, que hemos conectado los datos del móvil solo para ver que son unas florecillas, primas lejanísimas (si es que lo son) de las margaritas de antes y que también son conocidas por el nombre más popular de nomeolvides.


sábado, junio 06, 2015

Frutería francesa

Uno de los latiguillos con los que cuenta mi madre, es soltar de vez en cuando un bon jour, aunque nadie sepa francés en el sitio en el que entra, saludando de tal modo. 

Marcelo, el dueño de la frutería Kevin de José del Hierro, ha aprendido a articular un bon jour; peor pronunciado que el perfecto de mi madre; pero dicho con todo cariño hacia ella.

Ayer, entramos a comprar algo de fruta y verdura y al decir mi madre lo de bon jour, dos clientes, se volvieron sorprendidos y contestaron en perfecto francés al saludo materno.

De cuatro clientes que había en la tienda, dos éramos mi madre y yo y los otros dos eran franceses, cosa que no sabían el uno del otro hasta que mi madre saludó y allí se pusieron a charlar en francés. Yo hablo también un poco, así que me uní a la improvisada charla. 

Uno de ellos, el más joven, sencillamente alucinaba con la historia de mi madre, que no es otra que se tuvo que ir a Francia durante la Guerra Civil, que estuvo desde los 6 a los 9 años, que llegó a olvidar el español, pero que nunca ha olvidado ese remoto francés de mil novecientos treinta y tantos.

La pobre Alexandra, esposa de Marcelo, al dejar yo unos kiwis en el peso, me hizo un gesto para que viese el precio en la báscula, a lo que yo le dije: "Oye, me puedes hablar en español ¿eh?" A Alexandra le estaba encantando tanto lo de escucharnos hablar en francés ¡que no quería romper la magia!

El "daño colateral" es que por lo visto, mi pobre mami se ha pasado toda la noche pensando y hablando en francés y esta mañana, hemos ido a desayunar como quien va a Toulouse, en vez de al bar de al lado.

viernes, junio 05, 2015

Braille para videntes en un ascensor

Yo: Mira, aquí pone tres en Braille
Ella: ¿Cómo lo sabes?
Yo: Joder, porque lo estoy mirando.
Ella: ¡Eres más tonto!
Yo: Ya, eso también.

martes, junio 02, 2015

la luna llena del desierto



Oye, que me gusta a mí lo de mandar relatos de 100 palabras aquí.

Esta semana, la frase con la que debe empezar el relato, es:
"Salió, sigilosa, a estirar las piernas"

Ahí va el mío

"Salió, sigilosa, a estirar las piernas. Todos parecían dormir en el inmenso campo de refugiados. Quizás fingiendo que estaban al fin muertos, libres de la mierda de guerra que los había llevado a ella y a miles de conocidos desconocidos a ninguna parte. Miró a la cara a la luna llena del desierto, a la luna blanca del destierro y le gustó su sonrisa y con todo el dolor, el miedo, la rabia y la impotencia de su niñez rota, devolvió a su amiga luna, una sonrisa cómplice y bella, que ambas compartían solas en esta noche triste y pálida."

viernes, mayo 29, 2015

Escribir en modo "Moncho Borrajo"

Ayer; motu proprio, se me ocurrió escribir un semi relato en modo Moncho Borrajo.

Si hay alguien que no conozca al tal Moncho, diré que es un actor, showman o como le quieras llamar, que en directo te hace un poema con las palabras que le suelte cualquier espectador. Un improvisador que te guste o no, suele ser brillante el muy cabrón.

Resulta que tengo una amiga en Facebook a la que le gustan palabras tan sugerentes o sencillamente inconexas como: sui generis, motu proprio (que no se dice de motu propio, sino así, sin el "de" de delante y con esa erre en medio que traba la palabra propio), Wisconsin, fiscal del distrito, Transilvania.... así que decidí ponerme en modo Moncho Borrajo y escribí esta entrada en Facebook, con todas esas palabras y alguna más, que copio y pego.

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Frank Wolf es un tipo muy sui generis. Hace años, motu proprio, dejó su aburrido puesto de fiscal del distrito en Madison (Wisconsin) y se trasladó a un barrio parisino en el que vive encantado en su pequeño apartamento, lejos del bullicio de la urbe y de toda responsabilidad funcionarial.

Un poco por casualidad, se ha convertido; desde el miércoles de la semana pasada; en una especie de detective privado. Un antiguo compañero suyo; Bill (Cat) Stevens; también estadounidense y que por otros avatares vitales, tiene su residencia en Bucarest, le hizo partícipe de un extraño homicidio en Alba Iulia, capital de la región de Transilvania.

El homicidio o asesinato; aún no se sabe; tiene tintes vampíricos y aunque esto de Dráculas y vampiros, siempre le ha parecido a Frank una soberana tontería, sí que le puso los pelos de punta al escuchar la descripción de la escena del crimen: “mujer blanca, desnuda, con incisiones en el cuello como si le hubiesen clavado dos o tres clavos, con sus manos tapando sus ojos y una pequeña estaca en la boca, con la punta hacia fuera”….

martes, mayo 26, 2015

Mas microcuentos

Hace muchos meses, me decidí a escribir a un apartado que hay dentro de un programa de la cadena SER en Madrid.

El programa se llama Hoy por Hoy Madrid y la sección: Madrid en cinco líneas.

Hace unas semanas y cuando ya casi había olvidado aquello, me llamaron y me dijeron que iba a salir en antena. Lo que escribí, fue en realidad un autoplagio de esta entrada de este blog, cosa perfectamente válida.

El caso es que tuve mis minutos de "gloria" radiofónica: gané esa semana, pero no gané el mes, por lo que caí eliminado en cuartos de final... o algo así, jaja.

Lo de más microcuentos va de que ayer por la tarde y mientras escuchaba de vuelta a casa, en el coche, la misma emisora, pero otro programa llamado La Ventana, me asaltó la curiosidad de "volver" a escribir, a concursar literariamente.


Este concurso es casi igual de complicado que el otro, pues si en aquel tenías que escribir y describir algo sobre Madrid en cinco líneas, el nuevo reto es escribir un relato que empiece con la frase "La Inquisición no tardará en llegar" y SOLO puede contener 100 palabras.

Os copio y pego lo que acabo de mandar a ver si os gusta:

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OLOR A QUEMADO

¡La Inquisición no tardará en llegar. Ni su Dios nos salvará aquí dentro!
Mi esposa y yo, sabemos que Dios no existe. Nos ha resultado muy arduo ocultar esto ante nuestros vecinos.
Para quien lo encuentre: hoy día 28 de mayo de 1515, nos hemos venido ella y yo a la iglesia, hemos metido dentro paja, aceites, alcoholes y vamos a arder con todo dentro
¡Guardemos este escrito y encendamos el fuego!
Pablo y Ana leían atónitos este viejo manuscrito que habían encontrado mientras paseaban por el campo el 28 de mayo de 2015 en Burgos…

¿No hueles a quemado?

lunes, mayo 25, 2015

Here I go again!?

Miro mi última entrada y parezco despertar de un letargo inducido, de un sueño galáctico en el que los años luz recorridos e igual que a los pasajeros de las naves espaciales de Alien o de 2001 una Odisea en el Espacio, me han permitido dormir estos años, sin envejecer...

¡Ah! ¿que sí que he envejecido?

Bueno, pero no lo suficiente como para no reconocerme en el espejo de mis entradas de hace miles de años....

Creo que todo bloggeraqueo; independientemente de esos momentos espacio temporales en los que entre sueño y sueño, va surcando la Vía Interláctea en su nave espacial por planetas sociales instagrámicos, feisbuquiquinos, tuiterónicos o wasapenticos; muchas veces sin mucho rumbo ni fijo, ni despendolado; decide alguna vez parar la nave y quedarse a vivir, a mirar, a sentir, a echar un pis (inclusive) en el planetoide de turno

¿Es esta mi casa desde la que escribo esto?

No sé, tengo tanto lío en la cabeza que pienso que mi casa ahora son todas las casas que tengo en todos los planetas en los que paro, me quedo, me voy...

Pero hoy, ahora, recién despertado de mi letargo, estoy en Vayan Pasando...

Here I go again!

Here I go again?

Qué sueño me ha entrado de tanto dormir y que pis tengo!

Entren y quédense un rato si quieren...


viernes, julio 20, 2012

Momento trágame tierra

Durante estos días de vacaciones y antes de emprender viaje a las Francias, mi rutina es la de un casi jubilado. Me levanto a las 8 y media, me ducho, me visto y me voy con mis padres a desayunar al bar Sapama; famoso en el barrio por sus abundantes tapas y raciones, pero que por la mañana cobra otro sentido, el del bar de desayunos en la agradable terracita.
Hoy; sin embargo; la calma ha sido desbaratada por un episodio singular.
Llegan dos chicos con aspecto colombiano, con ropa de trabajo. Se sientan y piden una ración de oreja a la plancha y dos tintos de verano. En esto va el camarero y les dice que no les va a servir nada, que parece mentira que tengan el morro de venir, después de lo que pasó con su grupito el año pasado y que se levantasen porque no les iba a servir nada. 
Los chicos; ojipláticos; no daban crédito a lo que oían y creyendo que era una broma, le vacilaban (pues encima parecían conocerse) diciéndole que les sirviese la oreja, que tenían hambre.... En esto, el camarero mira a uno de los chicos y dice: "Lo siento. me he equivocado, tú no eres el del grupito ese. Lo siento, es que te pareces..." 
Mientras los compañeros del camarero en momento trágame tierra, reían sin parar. Los colombianos, se lo han tomado a risa y le han dado un abrazo, pero yo, en un flash, he pensado que si se organizaba una balasera, lo mínimo que me iba a pasar es que me iban a tirar el Cola Cao...

sábado, junio 16, 2012

Odio la tele

Esta tarde de sábado, sin mucho que hacer, he redescubierto por qué no me gusta la tele.

El análisis es tan simple como el sistema digestivo de un coleóptero. 
No veo la tele no por falso cultureta, sino por una simple razón. Me jode enormemente que corten con anuncios cada cinco minutos y si encima la película mereciese la pena, quizás tendría un pase, aunque la verdad es que si estuvieses echando un polvo y te cortasen cada cinco minutos y te dijesen que ese polvo te lo patrocinan unas pastillas de Ariel para el lavavajillas, preferirías lavar a mano y te cagarías en la puta madre de Ariel. 
Es decir, la bondad o maldad de la película, es igual para el caso que nos ocupa. 
Es una hijaputada que te corten lo que sea, la película, el polvo o el propio pene cada cinco jodidos minutos.

miércoles, mayo 30, 2012

Florencio... silencio...

Reconozco que no es una situación divertida, pues se trata de las peculiaridad de unos vecinos octogenarios o nonagenarios de la puerta de al lado de mi rellano. Ellos son el 3ºF y yo el 3ºE.
Ella; Sagrario; está completamente sorda desde hace unos pocos años y él; Florencio; está flaco como el más flaco de los Don Quijotes que uno pueda imaginarse.

Hoy he escuchado a través de las paredes; ambos chillan porque no se oyen; como dando un giro más a lo absurdo que es que se empeñen en vivir solos; Florencio se ha convertido en poeta sin querer.

Si trato de hacer algo tan español (y ya universal) como es echarme una siestecilla orejera (por el sillón de esa especie), no suelo poder, pues cada 48 segundos, se oye la voz de Sagrario clamando ¡Floreeenciooo!
Pero repito; hoy a ese desgarrado y aburrido e interminable Florencio, le ha seguido una palabra que rima totalmente: Silencio.

Florencio está harto de la constante llamada de Sagrario cada 48 segundos y ha descubierto que si tras el Florencio, viene un Silencio, los Florencios se van acallando, hasta que en un mantra sin fin, solo se oye la voz de Florencio diciendo: Silencio Silencio Silencio...

Me ha dado un vuelco el corazón pensando en que a lo mejor, mientras decía Florencio sus Silencios, estaba con la almohada sobre la boca de Sagrario para no volver a oír nunca más: ¡Floreeenciooo!....

sábado, abril 14, 2012

Las Mil y Una Novelas

Hace unos días y por sugerencia de Ester, decidí escribir un relato para un concurso de narración breve organizado por la UNED.
Para ello, me basé en una pasada entrada de este blog llamada La Novela de las Mil Novelas y el resultado es el que va a continuación. 
Gracias; una vez más; Ester por liarme en eventos de este tipo.

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Bruno era uno de esos lectores empedernidos. De esos que se pueden tirar horas en los puestos de libros antiguos, viejos o de segunda mano de la Cuesta de Moyano en Madrid. La calle en realidad se llama: calle de Claudio Moyano, pero al igual que en cualquier pueblo, a la calle que sube a la iglesia, se le llama “de toda la vida”, la calle de la Iglesia, aunque su nombre sea, pongamos, calle del Cerro Prieto; los madrileños, también tenemos esa costumbre de llamar a las calles de otra manera y si nos pregunta un foráneo que donde está la calle de Claudio Moyano, miramos al interlocutor con cierta extrañeza y decimos ¿cómo que la calle de Claudio Moyano? ¡será la Cuesta de Moyano! No tiene pérdida. Mire, vaya usted por ahí, luego a la izquierda, todo esto haciendo aspavientos con las manos ¿por qué seremos incapaces de decir a alguien cómo se va a la calle que sea, solamente con nuestras explicaciones léxicas? No se puede. Hay que acompañar nuestra voz moviendo los brazos como si fuésemos Guardias Urbanos, ahora llamados Agentes de Movilidad.
Lo cierto es que es muy apropiado el epíteto de Cuesta de Moyano, pues la pendiente de esa calle, hace que haya que calzar; quizás con algún libro invendible; las estanterías y vitrinas de los puestos que desde principios del siglo XX, se ubican en esa calle/cuesta y donde uno puede hurgar entre páginas de años olvidados, mohosos y elegantemente decadentes. Dada esta pendiente, no es raro ver como alguna vez y ante la petición de un cliente de ojear cierto libro y cuando el vendedor logra sacar dicho tocho con sumo cuidado, la torre de Babel de la que formaba parte, se tambalea y todo el conocimiento que albergan las apolilladas y amarillas hojas de los volúmenes repentinamente inestables, caen ante el rubor del comprador y la resignación del librero, acostumbrados sus cansados ojos, tras sus gafitas a estos terremotos momentáneos, a esa hecatombe de derribos literarios.

Bruno tenía una especie de manía, que en realidad eran dos manías en una. Consistían estas rarezas en que; más bien inconscientemente; miraba de forma distinta los libros de las casetas de la Cuesta de Moyano, no tanto si era un día de primavera y las casetas literarias, parecían mostrarse más luminosas. Lo de Bruno era otra cosa ajena a la meteorología, pues en realidad, lo que le pasaba era que le parecía que los libros “le saludaban” –como se decía a sí mismo– de una manera totalmente opuesta, tanto si subía desde el Paseo del Prado hasta el Parque del Retiro como si hacía el recorrido inverso; es decir; cuesta abajo. Él ensoñaba con que cuando subía, los libros se le antojaban algo más densos, más circunspectos, más para ser estudiados, mientras que si bajaba la pendiente, los ejemplares expuestos en las casetas, le sonreían con historias más fáciles, más divertidas o románticas. Así, según fuese su estado de ánimo bajaba o subía la Cuesta de Moyano para contrarrestar –en una suerte de homeostasis– ese sentimiento suyo con el libro de turno,  que equilibraría su particular torre de Babel vital, aunque todo hay que decirlo; casi siempre sus recorridos eran desde el Paseo del Prado al Retiro.
Bruno siempre había pensado que su aburrida vida de administrativo en el Banco al que entró a trabajar justo después de hacer la mili en Melilla, la podría cambiar un libro escondido entre los miles que le miraban pasar de arriba abajo o de abajo a arriba. Hacía años que vivía solo. Sus padres habían muerto y aunque tuvo una novia nada más ponerse a trabajar, pronto se dio cuenta de que ni ella era para él, ni él para ella, por lo que un tanto decimonónicamente, le escribió una carta llena de amor, de melancolía y sin duda, de despedida de este mundo cruel. Se auto convenció de que a él lo que le gustaba era leer y leer y se obsesionó con esa idea del libro antiguo cuya lectura le hiciese ver, le hiciese abrir los ojos, no a la Cuesta de Moyano, no a la vista fisiológica, sino que le abriese los ojos invisibles del conocimiento, de la perfección, de la percepción absoluta acaso imaginada, pero tan difusa que no era sino una ceguera luminosa: una vacuidad eterna y machacona.
Dicen que hay que tener cuidado con lo que se sueña, porque se puede cumplir y en parte, eso le ocurrió a Bruno una nublada, aunque agradable tarde de mayo. Aquel día se sentía neutro, ni triste ni alegre. Se sentía todo lo normal que se puede uno sentir, eso teniendo en cuenta qué es ser normal y cuál es el baremo que mide eso y la felicidad o la tristeza. Llegó a la caseta 23 y sus ojos se clavaron en un libro que no estaba muy a la vista. Se titulaba: Las Mil y una Novelas.
Más o menos tendría unas 400 páginas. Como todos los compañeros jubilados libros de al lado, tenía los cantos redondeados y en la tapa de portada, tenía unos arabescos a modo de hormiguitas cuyos caminos se trenzaban en dibujos tipo Art Nouveau, jugueteando con el título. Bruno pensó –sonriendo para sí, aunque de soslayo, su boca dibujó una mueca parecida a eso, a una sonrisa– que a lo mejor su búsqueda habría terminado esa tarde de mayo, pues un título tan rotundo como Las Mil y Una Novelas, bien podría albergar en esas mil historias, esa sapiencia universal y total que le conduciría a ser perfecto ante tanta nimiedad e idiotez humanas, pero mientras paladeaba su estado de cuasi dios, se dio cuenta de que o bien las novelas no eran tal, sino un compendio de relatos correspondientes a algún premio de narración breve o quizás era uno de esos libros, sobre todo juveniles, en los que dependiendo de qué situación elijas, te manda a la página 223 o a la 341.
No supo por qué, le dio un vuelco el corazón y decidió no abrir el libro para examinar su contenido o ver al menos cómo empezaba y sencillamente lo volvió a observar, ante la atenta y un poco mosqueada mirada del vendedor que frunciendo el ceño y aun acostumbrado a todo tipo de “bichos raros” que pululaban por su caseta, pensaba para sí que éste era uno de los más raros que había pasado en los últimos 40 o 50 años y que si se llevaría de una condenada vez el libro ese o no. Bruno estiró el brazo con el libro en la mano derecha y se lo entregó al vendedor. Al hacer esto, notó como si alguna de las hormigas parecidas a las del adorno de la portada, pegaran un salto, más de pulga que de hormiga, saludasen a las de fuera y se volviesen a meter. Se restregó sus miopes ojos, que le picaban un poco y volvió a alargar el brazo para recoger la bolsa de plástico con el libro dentro, tras pagar los 8 euros de la compra. Al coger la bolsa, sintió un ligero escalofrío en la espalda al volver a ver, esta vez muy fugazmente, como un par de esa especie de bichitos negros, se posaban en su mano, para desaparecer en un nanosegundo. A Bruno le dio grima pensar que una plaga de bichejos se hubiese instalado en el libro y mientras caminaba hacia su casa, decidió no abrir la bolsa hasta llegar a su piso. Allí sacaría el libro sobre una sábana blanca y lo sacudiría o miraría entre las 400 hojas para descubrir si había algún insecto. Le volvió a dar otro escalofrío al asaltarle el pensamiento de que en efecto llevase en su bolsa un objeto lleno de una plaga de algo que devorase todos sus libros, los muebles, el inmueble entero, la ciudad, el planeta… Sacudió la cabeza queriendo quitarse esas ideas tan descabelladas, que no pocas veces le venían sin avisar y le llevaban a un estado de catatonia que solo algún ruido o algún otro pensamiento inconexo eran capaces de producir un corto circuito sináptico que le traía a la realidad.
Bruno llegó a casa, encendió la luz del pasillo y quitándose la cazadora, que tanto le había estorbado, pues aunque esa tarde estaba nublado, no dejaba de ser mayo y los “mayos” en Madrid, suelen ser de todo, menos frescos, cogió la bolsa, la puso en una silla y fue al dormitorio a por la sábana blanca que le serviría para demostrar o descartar “lo de los bichos”.

Bruno puso la sábana encima de la mesa camilla y con sumo cuidado, sacó el libro de la bolsa de plástico y lo depositó en ella con el mimo de quien coloca en una sábana, la Biblia de Gutemberg. Echó un vistazo al interior de la bolsa y observó con satisfacción que nada negro y que se moviese o no, había en el interior del plástico.
Entonces abrió el libro por la mitad y su sorpresa fue mayúscula, al ver que nada había escrito, pasó las hojas hasta el final y se dio cuenta demasiado tarde de que lo que había comprado era un libro en blanco. Vaya por Dios –pensó– por eso no tenía autor el libro y se llama Las Mil y una Novelas, porque si eres escritor, puedes comprar mil y un libros como éste y escribir mil y una novelas… pero yo no soy escritor, soy administrativo en un Banco y lo que me gusta es leer, no tengo ni idea de escribir. Bruno notó un ahogo, que se acentúo al ir a la primera página y empezar a leer lo siguiente: “Bruno era uno de esos lectores empedernidos. De esos que se pueden tirar horas en los puestos de libros antiguos, viejos o de segunda mano de la Cuesta de Moyano en Madrid…”
Le pegó un golpe el corazón en las sienes. Pasó temblando un par de páginas y leyó temblando y sudando: “Más o menos tendría unas 400 páginas. Como todos los compañeros jubilados libros de al lado, tenía los cantos redondeados y en la tapa de portada, tenía unos arabescos a modo de hormiguitas…”
La vista se le nubló casi del todo cuando leía esto que se estaba escribiendo a la vez que Bruno lo leía. Bruno; estás viendo tu vida en directo, miles de letras parecidas a hormiguitas van surgiendo de la página de detrás y vas leyendo esto mientras tu corazón late más y más fuerte. Bruno, te mueres mientras lees esta novela. Lo siento, no has llegado a la siguiente página………………………………………………………….
FIN



lunes, abril 09, 2012

Lámparas halógenas (reciclaje)

Sabiendo que iba a pasar lo que ha pasado y sabiendo que lo que iba a pasar y ha pasado, no me iba a gustar, he ido y ha pasado exactamente lo que yo sabía que iba a pasar y lo que sabía que pasando, no me iba a gustar.

Que vale que la crisis es la que es y que los chinos, son como son y son lo que son, pero que alguien me explique por qué, en una muestra de esa absurda videncia que de vez en cuando poseo, yo sabía que iba a ir a reciclar una lámpara halógena fundida el otro día, que iba a elegir una ferretería española donde no solo no iban a reciclar la lámpara halógena, sino que me iban a decir; señalándomela; que reciclan en una papelera metálica, abollada de tanto reciclaje y que encima, me iban a cobrar más del doble de lo que me cobraron los chinos hace muy pocos días en un bazar de al lado de mi trabajo.
Lámpara halógena china: 1.25€. Lámpara halógena española hecha en China igual que la otra: 2.95€.

Así que desde ya digo, que va a reciclar su puta madre, que voy a tirar las lámparas halógenas a la basura y que todo el gas inerte que cubre el cuarzo (que no se puede tocar con los deditos, porque en vez de las miserables 1000 horas que dura la puta lámpara, durará, 200 o 300 horas) saldrá a la atmósfera y se juntará con el de las lámparas halógenas de la puta ferretería española. Total qué más me da, si como mucho voy a vivir otros 40 años...

Si no es por la pasta. Es por la mierda de este país en el que escribo a oscuras, no vaya a ser que se funda la halógena barata...
 

sábado, marzo 03, 2012

Yerno de un Patriarca

Hay veces; a todos nos ha pasado; en las que buscando un papel, un documento o una foto y enredando en el ordenado desorden de algún cajón, aparece de repente un papel, un documento o una foto, no buscados y que al mostrarse ante nuestros ojos, parecen decirnos: "Mira, no me buscabas y me has encontrado. Quédate con la copla, pues la vida da muchas vueltas y un día me buscarás y no sabrás donde estoy."

Lo que yo buscaba hoy, no viene al caso, pero lo que he encontrado es esta tarjeta de visita, en la que un señor; "yerno de un Patriarca"; se ofrecía como vigilante en una de las obras en las que he trabajado en mis ya largos años en este negocio.

La curiosidad de esta tarjeta (de la que obviamente he borrado, nombre y número de móvil), estriba en la frase "yerno de un Patriarca", pues para quien no lo sepa, durante años y por ese tipo de asuntos de discriminación "positiva", había que contratar sí o sí a este tipo de gente relacionada con "Patriarcas gitanos", pues de no hacerlo, los robos y los destrozos en la obra eran constantes, hasta que milagrosamente, dejaban de pasar cosas una vez contratado el personaje de turno.

Era una mafia como otra cualquiera. Un impuesto revolucionario en forma de sueldo, que acababa siendo una inversión, pues lógicamente, era mejor pagar al gitano o al "yerno de un Patriarca", que sufrir esos robos y esos destrozos de los que hablaba antes.