jueves, febrero 23, 2006

Vecino de parking

Tengo un vecino de parking que es taxista. Él ocupa la plaza 237 y yo la 238. Rara vez coincidimos en el momento exacto en que ambos vamos a montarnos en nuestros respectivos vehículos; él para trabajar y yo para ir al mío o a donde sea.
Sin embargo, las pocas veces que nos hemos visto –sobre todo por la mañana-, hemos llegado a intercambiar algo más que el consabido “buenos días” que a esas horas suele ser pronunciado entre dientes.

Y así, aunque los minutos en las grandes ciudades valen oro, me ha contado que lleva muchos años en Madrid, que es de Bilbao y que tiene una hija con una fuerte minusvalía. Yo le he contado historias del Metro... y otras; claro.

El sábado hice una de esas cosas raras que hago a veces. Cogí el coche y me largué a un pueblo que está a unos treinta y tantos kilómetros de Madrid a tomar un café. Iba yo sólo, como muchas otras veces, conduciendo sólo por el placer de no ir a ninguna parte con prisa y escuchando mi música favorita a un volumen no muy acorde con mi edad física, pero si con la musical y mental; es decir: alto.

Llegué a San Agustín de Guadalix –que así se llama el pueblo- me tomé el café mientras veía el Canal Viajes en un pantallón del bar, le dije a la camarera que tenía unas tostadas abandonadas en la parte de abajo de la barra desde hacía un buen rato, tostadas que estaban esperando con ansiedad un chico y una chica que entraron algo después que yo. La camarera me dio las gracias y la vuelta del café y después de dar un paseo y respirar un poco de aire “de pueblo” me volví a Madrid.

Al aparcar en mi plaza 238 vi que venía el taxista con su hija. Le di la enhorabuena por la compra de su nuevo taxi (un Skoda Octavia flamante). Me enseñó el tremendo maletero del que se sentía satisfechísimo y entonces fue cuando la niña me buscó para palparme -“La pobrecilla es que es como un pulpo”- decía su padre.

Y es que la niña es prácticamente ciega y totalmente sorda, por lo que sus manos se convierten en pequeños tentáculos ávidos de contacto, de información, puede que de calor. Su manita buscó la mía. Estaba muy fría, pero como mi mano estaba calentita, se la cogí y la acaricié. Me alegró conocerla y pensé en lo poco que nos acariciamos, en lo poco que nos tocamos o abrazamos la gente. En el poco contacto físico que la sociedad bienpensante nos ha obligado a tener.

Desde aquí me rebelo y mando un abrazo a quien me lea ahora. Ojalá os llegue.

11 comentarios:

Harry.c dijo...

La entrada más tierna que he leído en todo el tiempo que llevo leyendo blogs. Felicidades y un abrazo de esos que no sé dar.

Anónimo dijo...

un beso y un abrazo con mucho palpamiento desde aquí.
Laura

Verso dijo...

Holas Vitore, a través de tus relatos, voy apreciando lo buena gente que eres, se nota , transmites muy bien, tienes el don de comunicar.
Me ha dado mucha pena lo que escribes de la niña, seguro que notó tu cariño, lo noto yo, jateeeee, ésto es para no ponerme meláncolica.
Me ha llegado tu abrazo sincero, yo te mando otro y te deseo lo mejor. :-)

Cobre dijo...

opino lo mismo q tu compañero! demasiado frios, demasiadas distancias.
Un abrazo para ti también. Me ha gustado leerte.

Un saludo

Anónimo dijo...

Si que llega...

Wendyqueridaluzdemivida dijo...

Yo es que tengo cierta saturación de los "abracitos" de mis compañeras de trabajo, pero el tuyo si que me apetece...

Gnomofónimo dijo...

Jo! tio mas dejao hecho polvo, que grande eres.

Vitore dijo...

Pues nada... harry, laura, incondicional, cobre, nada importa, wendyqueridaluzdemivida y gnomofónimo... Gracias por los abrazos. Hoy los necesito... Bueno, siempre los necesito.

Verso dijo...

Y otro más Vitore, siento que te sientas solo, vayaaaaaaaa, te mando dos abrazos envolventes y cálidos de amistad y un besín para acompañar, y una sonrisa :-), y una rosa (F)

mmm dijo...

...y más abrazos..y más...menudo corazón!!!!!

Vitore dijo...

mmm: ¡Qué bueno!. Tus abrazos me han pillado desprevenido... ¡como esos que te dan a traición por la espalda y que saben tan ricos! ;)