miércoles, marzo 12, 2008

La pulsera de la amistad


Esta mañana, cuando me disponía a airear la almohada y a desperezarla de los sueños nocturnos que se le habían quedado pegados al lado izquierdo, a desembarazarla más bien de esos sueños que aunque dulces, deben ser limpiados pues si no, la almohada confunde sueños y realidades y cuando uno pone la cabeza en ella para dormir plácidamente a la noche siguiente, te repone la última escena que por ejemplo en el caso de hoy era que había ido con mi hermano a una especie de remedo de la Expo92 de Sevilla y en esas instalaciones había un zoológico de Castilla La Mancha con decenas de gorilas gigantes que a nuestro paso gruñían acompasadamente (sin duda como otras veces el sueño estaba adaptando el ruido de mis zoológicos ronquidos a la situación concreta). Pasados los ronqui-gorilas, nos encontramos en un paseo en el que una dulce bruma de agua, sofocaba el calor ambiental mientras R. C. (que es jefa de oficina técnica de la empresa donde trabajo y que en el sueño estaba embarazada), se recostaba en una barquichuela de un laguito adyacente y nos saludaba haciendo así con la mano.

Así que eso, que una vez despierto y cuando me disponía a desembarazar a mi almohada de todos esos gorilas y brumas y jefas y laguitos, he visto (por fin rota) la pulsera de la amistad en la sábana, justo debajo de donde había estado hasta ese momento la suave almohada y colocada como esos regalitos que cuando perdías un diente de leche te dejaba el Ratoncito Pérez debajo de tu infantil almohadita.

Me ha dado entre alegría y pena, pues cuando mi hermana junto con varias amigas suyas y mías, me ató esa pulsera, todas me hicieron pedir un deseo. Deseo que sólo se cumpliría en el caso de que accidentalmente (no vale cortarla) la pulsera se rompiera y cuya validez data de los principales paseos marítimos de todas las costas hispanas.

Todas esas mujeres (incluida mi hermana) vieron como a las pocas semanas, sus pulseras se rasgaban y entre gozosas y alborozadas, veían sus deseos colmados para siempre.

Yo me he pasado estos años acostumbrándome a la pulsera de la amistad irrompible. Jurando que me ducho y me froto con la esponja cada día intentando justificar que si a mí no se me rompía la pulsera, sería por algo desconocido o mágico. La pena es que ha pasado tanto tiempo que he olvidado cuál fue mi deseo con lo que si se cumple, quizás ni sepa que la pulsera ha sido fiel a su ancestral rito playero de conceder ese deseo impensable, indecible y olvidado por mi loca cabeza.


Adiós pulsera de la amistad. Gracias por estar todos estos años en mi muñeca.

6 comentarios:

Cinzcéu dijo...

Quizás tu deseo haya sido que R.C. se embarace o que salude haciendo así con la mano o que unos gorilas gruñan. O que al fin se te caiga la pulsera. Siempre somos tan difíciles y complejos como simples y sentimentales. Buena entrada; un abrazo.

chuliMa dijo...

Te entiendo Vito, te entiendo...

Beshitos...y �AH� Urgentemente a pedir que te regalen otra..

;-)

Cobre dijo...

Joder, pues vuelve a pedir otro y ya está!. Yo creo q te deberá ser concedido por todo el tiempo q te has pasado con la dichosa pulserita esperando y esperando. Es lo justo, no?.
Por intentarlo tampoco pierdes nada ;)

Besazos, precioso!

Grismar dijo...

Lo malo de pedir un deseo que se concretará en un tiempo indefinido es que quizás cuando se cumple ya no lo deseamos, o peor aún, deseábamos que no sucediera. En tu próxima pulsera deseá que se cumpla lo que desees el día que se rompa, y así te liberás de posibles cumplimientos indeseados, y de olvidos. Besos

Vitore dijo...

cinzcéu: Encima, cada vez que aparece una estrella fugaz o digo una palabra a la vez que otra persona y jugamos a pedir un deseo, éste no suele ser la luna, ni dinero, ni amor... Abrazos.

chulima: En cuanto empiece la temporada playera convenceré a alguien para que me compre otra, que estoy como desnudico sin ella. Besho.

cobre: Sí, sí, lo que pasa es eso, que no me la voy a comprar yo solo, entre otras cosas porque no sé atarmela con una sola mano ;) Beso

grismar: Yo suelo desear cosas tan intangibles que por eso las olvido. Quizás deseo que haga un día precioso el 23 de mayo, pero luego cuando llega ese día y sale precioso no doy ni las gracias a los dioses pulseriles por no recordarlo. Beso.

Anónimo dijo...

Algo se habrá cumplido, sin duda, aunque no sea tu deseo jejejeje. Tu no dejes de desear que algo cae.
¡Un beso!