Los proyectiles hacían un ruido como de percusión salvaje sobre la nave. Percusión; ora más suave; ora más estruendosa. Apenas se veía el oscuro, casi tétrico exterior. Además el vaho de la nerviosa respiración de los que íbamos dentro impedía prácticamente la visión hacia afuera. La misión nos había sido asignada por sorpresa, pues el que empezó siendo un trayecto rutinario, se convirtió en pocos minutos en el infierno en el que nos habíamos metido de lleno; sin escapatoria, y hacia un destino final tan cercano, como deseado, como verdaderamente temido. Todos sabíamos que debíamos salir de la nave en un momento u otro, pero deseábamos esperar alguna señal de calma, de no peligro…
De golpe; un piloto luminoso de la nave fue indicando que debíamos ir abandonándola en pequeños grupos de cuatro o cinco viajeros cada vez. Para darnos ánimos, nos sonreíamos nerviosamente segundos antes de que la señal luminosa se apagase y de que la nave abriese las puertas y unos pocos de nuestros compañeros se lanzasen al oscuro y agresivo exterior, de un salto, abriendo sus paracaídas y desapareciendo de nuestra visión al cerrar la nave las puertas y encaminarse hacia las nuevas coordenadas de la misión.
Cada vez quedábamos menos.
Sentimos un egoísta alivio al notar que la cantidad de proyectiles -cuando la señal luminosa indicó que las puertas se abriesen para nosotros- era casi nula...
Para nuestra suerte, lo peor había pasado desde la Plaza de Toros de las Ventas hasta el final de la Calle Alcalde López Casero. Cuando mis compañeros y yo saltamos de la nave (el viejo conocido bus 146) a la calle (algunos de ellos con sus paraguas/paracaídas), sólo tuvimos que evitar caernos con los miles de proyectiles de granizo que habían cuajado en las aceras convirtiendo mi normalmente elegante andar en una pingüinesca marcha –no exenta de varios patinazos zozobrantes- hacia el acogedor portal de casa.
5 comentarios:
Al comenzar a leer pensé que por error me había metido en el blog de Pérez-Reverte... Después me dije: "Que va, una historia tan original sólo se le puede haber ocurrido a mi amigo vitore". ;)
Hay dos formas de dar cuenta del fenómeno. Una es la del telediario que diría "Granizó sobre Madrid"; la otra es la de Vitore que también podría titularse "Bradbury en el 146". Saludos.
Vito, niño, cuidado con esos proyectiles q los carga el diablo!!.
Original manera de relatar el tormentón madrileño.
Un besote
Espléndido relato, Vito!...
No todos tenemos la posibilidad de vivir un "Día D" cualquier mañana, por suerte nuestros medios de transporte ayudados por el calentamiento global se esmeran en darnos ese placer.
Publicar un comentario