sábado, septiembre 02, 2006

Invisibles

Invisibles.

Así nos volvemos poco a poco. Suele ser un golpe bajo para aquellas mujeres cuya belleza; cuando entraban en un salón repleto de gente; hacía enmudecer ya de envidia, ya de admiración a todos. Volverse invisibles para estas bellezas es como el principio del fin que no es la muerte, sino su muerte sin morir.

Para otros como el señor Acisclo, la invisibilidad ha sido parte de su vida desde pequeño. Los niños jugaban con él sólo cuando no había más remedio. Las mujeres que no pasaron por su vida, no supieron ni que existía. Ahora se siente más que cómodo con esa invisibilidad. La invisibilidad es como una especie de novia invisible como él, pero visible a sus ojos y siempre dispuesta a acompañarle. De hecho a no dejarle, a no abandonarle.

Su hermana Pepita si que se casó y hace seis meses, el señor Acisclo fue a ver a la única hija de su hermana: a su sobrina Marta, separada hace años de un petardo que lo único que le dejo fueron dos niños: Roberto; como el padre huidizo y Mario, el pequeño y el ojito derecho del señor Acisclo.

El señor Acisclo los quería como si fuesen sus nietos, aunque éstos le solían mostrar más hostilidad que cariño. Indiferencia más que hostilidad, en realidad.

El señor Acisclo se puso su camisa azul claro, sus pantalones azul oscuro, sus zapatos de rejilla y cogió el Metro. Cogió la Línea-6 que es una línea circular y que no tiene principio ni fin, sino que da vueltas continuamente como una noria horizontal.

Se montó en Conde de Casal y como tenía que ir a Puerta del Ángel pensó que le daría tiempo de leer un poco el periódico. Se sentía bien aunque un poco cansado pues por la noche le había dolido un poco la espalda y no acabó de encontrar una posición de dormir hasta las tantas.

Estaba tan a gusto sentado en el Metro y le quedaban tantas estaciones todavía que cerró los ojos y se durmió para siempre en su asiento tan visible para él como para su compañera invisible, pero tan invisible para los viajeros de esa Línea-6 que nunca le vieron entrar y nunca le vieron salir ni sólo ni acompañado ni en Conde de Casal ni en Puerta del Ángel y que no le ven dormido plácidamente con el periódico de hace seis meses en su regazo acompañado de su inseparable invisibilidad.

10 comentarios:

Mar dijo...

¡bendita invisibilidad!, yo me siento la mar de a gusto en ella, menos cuando tengo que pedir algo en un bar, creo que soy invisible para todo el personal de hostelería de España.
Besitos invibles ¡voz de la blogosfera!

Anónimo dijo...

Seguro que Acisclo vive en Madrid?

No podría ser que viviera en una ciudad miope en la que no está permitido el uso de lentes correctoras?

Anónimo dijo...

La invisibilidad es un don del cielo, a veces parecerlo ante la gente que no se permite ver más allá es un placer...
Me gustaría tener un botón en mi cabeza que me permitiera desaparecer y reaparecer cuando me apetezca...
Carmen

Cobre dijo...

El problema no es la invisibilidad de Acisclo, q puede ser maravillosa, sino la ceguera de muchas personas. Y lamentablemente hay mucho ciego, q mira pero no ve, y se pierde cosas estupendas y dignas de ser miradas y remiradas con detenimiento mientras se disfruta.
Ser invisible y q alguien te vea, q logre verte del todo..., genial, no?.

Besos mi niño Vitore!

Gacela dijo...

A mí la invisibilidad me da miedo... cuando nadie se mira, o se miran atravesándose, sin verse, siempre con los ojos buscando quién sabe qué más allá, siempre más allá, nunca en quien tenemos cerca, al lado, quien nos toca sin querer...

Y no vemos, no nos vemos, ausentes los unos de los otros... sí, a mí eso me parece triste, y me da miedo.

Cinzcéu dijo...

Muy buena alegoría de la vida y la muerte que todos llevamos "bordás en la boca". La invisibilidad es de donde venimos, hacia donde vamos y en general, donde estamos. Saludos.

Grismar dijo...

Buenísimo. La invisibilidad, junto a su hermana, la soledad, no me resultan temibles sino lo contrario. A veces te das cuenta que cuando te miran no te están viendo sino forzando un espejo en vos, en esos casos amo ser invisible. Besos.

Ana María dijo...

Tengo un remedio para la invisibilidad, yo canto :))).

Silvia dijo...

Pues a mí me da penita por el señor Acisclo. Aunque a veces quisiera ser invisible, me gustaría controlar esa invisibilidad
Besos

Vitore dijo...

thalatta: Hace años, los clientes de un bar llamaban a los camareros con unas palmadas. Aunque en este siglo esté mal visto, desde luego era eficaz. Besos invibles para ti también!.

pluma roja: No hay lentillas que corrijan ciertas cegueras... Besitos!.

carmen: Sabias palabras y sabio deseo, lástima que no podamos hacerlo a voluntad; es verdad. Besos!.

cobre: Efectivamente, la cosa es que somos ciegos, nuestra alma (si es que contamos con esa cosa no cosa) no ve más allá de sus narices (si es que las almas tienen de eso). Besos, pequeña cobre!.

gacela: Si que da un poco de miedo. Si tú o yo nos desmayaramos en ese mismo Metro; la gente que consiguiese vernos (que no sería toda) pensaría que estamos borrachos o drogados. Da un poco miedo; sí. Un beso sin miedo!

cinzcéu: Y como han dicho por ahí arriba; bendita invisibilidad en muchos casos!. Abrazos!.

grismar: Casi siempre me gusta contestar lo que comentáis los que me visitáis. En este caso, tu comentario me parece tan bueno que no tengo que añadir nada. Gracias y un beso!.

una maruja en internet: Oye, pues lo de cantar te puede servir para llamar la atención de los camareros en los bares en los que no hacen caso a thalatta ;) Besos!.

eloryn: No sé si es la primera vez que me visitas o es que eras invisible... Bienvenida y besos!