-¿En qué piensas?.
-En nada.
-En algo pensarás, hombre.
-No, no, en nada.
-Siempre se piensa en algo, aunque parezca que no piensas, en realidad estás pensando. Como mínimo piensas que no piensas en nada.
-Que no, que no pienso, ni pensaba, ni he pensado, ni pensaré nunca. Es que ya no quiero pensar. Seré más tonto pero más feliz.
-De eso nada, si decides no volver a pensar y tu cerebro te deja, serás más tonto pero no más feliz. Es decir, serás más tonto que ahora y punto.
-¡Para lo que hay que pensar!. Prefiero ser un simplón (poniendo cara de bobo) y además voy a olvidarme de hablar.
-O sea que piensas (incidiendo en la palabra “piensas”) dejar de hablar. Porque no me digas que para tomar la decisión de no pensar, de ser más tonto, de ser un simplón y de dejar de hablar no hace falta pensarlo antes, aunque como recompensa final oigas un hueco en tu cráneo ya libre de cerebro pensante.
-Vale, tienes en parte razón. Me lo pensaré una o dos veces lo de dejar de pensar, pero luego ya no tendré que pensar más en pensar o dejar de pensar. ¡Déjame!: que no me dejas desconcentrarme en mis despensamientos.
-Bueno, al fin y al cabo, tampoco va a ser tan distinta la vida, porque es verdad que hasta tú mismo me has dicho cien veces que yo pienso por los dos.
-¿Me decías algo, cielo?.
-¡Pero si llevamos un rato hablando de pensar y de no pensar y de esas cosas que hablan las parejas bienpensantes!.
-Pues se me ha ido el santo al cielo.. ¿Y de qué dices que estábamos hablando?.
-¡Si me escuchases un segundo para variar!…Hablábamos de que querías dejar de pensar y de que ibas a dejar de comportarte como un humano tonto y de que ibas a ser aún más tonto y de que ibas a dejar de hablar hasta convertirte en un champiñón.
-Mmmm…Ya…
-¡Pero bueno!; ¡¿Ya te has ido otra vez del mundo?!. Parece que va en serio lo de hacerte una seta o una tortuga en tu caparazón. ¡¡Dime ahora de verdad en qué piensas!!.
-Pues… en nada.
-¡Hala otra vez a empezar!. ¡Qué paciencia!. Y… ¡quita los pies de la mesa; por Dios; que te he dicho que la pongas, no que pongas tus pezuñas!.
-Mmmm… ¡joder!...
Esta fue la última palabra que él dijo en su vida.... No puso la mesa....
Ella no soportó ni un segundo la vida champiñona de él y se fue lejos, bien lejos....